26 Tema 23- «Jesús, el Resucitado»

26. «Jesús, el Resucitado»

Reflexión bíblica. Lectura, o guión para el que dirige

De la carta de San Pablo a los Romanos. 6,8-11.

Si hemos resucitado con Cristo, creemos que también viviremos con él, sabiendo que Cristo, una vez resucitado, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre él.

Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre, pero su vida, es un vivir para Dios. Así también ustedes, considérense como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. PALABRA DE DIOS.

«¡Ha resucitado! ¡No está aquí!». Es el grito más jubiloso y triunfal que ha resonado en la Tierra y jamás será oído otro igual.

En la Resurrección de Jesús desemboca la Historia anterior y de ella arranca la nueva creación.

Jesús Resucitado es el eje, el quicio sobre el que gira el Universo entero y en el que se centran todas las cosas, porque es el Rey inmortal de los siglos, constituido Señor por el Padre, y al que Dios ha sometido todas las cosas en el Cielo y en la Tierra, las visibles y las invisibles, ya que todo fue creado por Él y para Él, y en Él se sostiene todo (Colosenses 1,16-18).

Se acabó para Jesús el padecer. Los sufrimientos de la cruz no fueron más que el camino por el que iba a entrar en su gloria, como les dijo el mismo Jesús a los de Emaús (Lucas 24,26). Y acabamos de oír a San Pablo:

«Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere más. La muerte no tiene ya ningún dominio sobre Él», porque «Su vivir es para Dios», es decir, vivirá resucitado mientras Dios exista.

San Pablo, sabiendo que nosotros hemos resucitado en Cristo por el Bautismo, nos saca la consecuencia más natural y más clara:

«Si han resucitado con Cristo, busquen las cosas de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Gusten y saboreen las cosas del cielo, no las de la tierra. Porque están muertos para el mundo y su vida está escondida con Cristo en Dios» (Colosenses 3,1-3).

La Eucaristía es para nosotros la vivencia más espléndida y más gozosa de la Resurrección de Jesús.

¡Aquí está Él, Él mismo!, con todo el esplendor de su gloria, pero oculta bajo los velos sacramentales.

La Eucaristía es la comunión de la vida de Cristo, «que resucitó para nuestra justificación» (Romanos 4,25), y ahora, al venir a nosotros, nos trae la plenitud de su Espíritu, que nos regala como primicia de su Resurrección (Juan 20,22)

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La Eucaristía es también la prenda mayor de nuestra resurrección propia, puesto que el Señor cumplirá inexorablemente su palabra:

«El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día» {Juan 6,54). Porque, tal como San Ambrosio dice retadoramente a los sepulcros voraces, «¿cómo va a morir aquél cuyo alimento es la Vida?»…

Hablo al Señor. Todos

¡La enhorabuena, Señor Jesús!

Tú has triunfado plenamente de todos tus enemigos.

Resucitado, brillas más que el sol en el Reino del Padre

y difundes tu Espíritu en la Tierra

para renovar todas las cosas

y hacer de nosotros una nueva creación.

¡Señor! Me alegro intensamente de tu gozo

y quiero vivir la vida nueva que Tú nos das.

Quiero que mi vida sea testimonio de tu Resurrección.

Rey celestial, dame parte en tu gloria. Amén.

 Contemplación afectiva. Alternando con el que dirige

Porque has salido triunfador del sepulcro.

¡Gloria a ti, Señor Jesús!

Porque has sido coronado de gloria por el Padre.

¡Gloria a ti, Señor Jesús!

Porque abres a todos los muertos las puertas del Cielo.

¡Gloria a ti, Señor Jesús!

Porque nos mereces y nos mandas el don del Espíritu.

¡Gloria a ti, Señor Jesús!

Porque ves derrotados a todos tus enemigos.

¡Gloria a ti, Señor Jesús!

Porque nos das la Paz, la Paz de tu Reino.

¡Gloria a ti, Señor Jesús!

Porque aniquilas el pecado y la muerte.

¡Gloria a ti, Señor Jesús!

Porque la muerte ya no te dominará jamás.

¡Gloria a ti, Señor Jesús!

Porque eres el Rey inmortal de los siglos.

¡Gloria a ti, Señor Jesús!

Porque eres nuestra vida y resurrección.

¡Gloria a ti, Señor Jesús!

Porque escondes nuestra vida en Dios.

¡Gloria a ti, Señor Jesús!

Porque nos haces gustar ya las delicias del Cielo.

¡Gloria a ti, Señor Jesús!

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TODOS

Señor Jesús, ¡aleluya, honor y gloria a ti por los siglos! Los tronos de los reyes se derrumban, pero tu trono permanece para siempre.

Yo me gozo de tu gloria, y te pido con tu apóstol Pablo que, habiendo resucitado contigo, contigo lleve una vida escondida en Dios.

 Madre María, ¡alégrate! Porque ese Hijo de tus entrañas, resucitado, reina para siempre inmortal.
Tus dolores de antes, que fueron atrocísimos, se han convertido en alegrías indecibles.
Haz que mis penas de ahora sean el camino que me lleve a una resurrección feliz.

 En mi vida. Autoexamen

La Resurrección de Cristo es mi resurrección propia. Yo morí en el Bautismo al pecado para vivir la gracia de Dios. Y muriendo ahora al pecado es como vivo la Resurrección de Cristo en mí y me aseguro también la resurrección gloriosa mía después de la muerte.

¿Vivo esta mística cristiana? ¿Lucho contra todos los enemigos que pretenden someterme de nuevo a una esclavitud ignominiosa?

¿Colaboro también en la resurrección del mundo, trabajando según mis fuerzas, pocas o muchas, para que triunfen la justicia, la paz y el gozo del Señor Resucitado en todos mis hermanos que sufren?…

 PRECES

Cristo Resucitado vive para siempre. Un mundo nuevo ha comenzado con Él.

Por eso le decimos a Dios:

Queremos vivir la vida nueva, que es vida eterna.

Por los cristianos que viven tristes y sin ilusión, rogamos:

— que todos descubran que el mensaje de Cristo es una proposición de vida, de amor, de alegría y de esperanza.

Por los pueblos en desarrollo, a fin de dejen atrás la esclavitud injusta de un vivir pobre,

— y logren una vida digna de la resurrección de Cristo, que renovó todas las cosas.

Por nosotros mismos, que creemos tan firmemente en la presencia del Resucitado en la Santa Hostia,

— para que el Señor conserve y acreciente nuestra fidelidad inquebrantable.

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Por nuestros queridos difuntos,

– que todos ellos, Señor, terminada pronto su purificación, gocen de los esplendores de tu Resurrección gloriosa.

Padre nuestro.

 Señor Sacramentado:

 Tú, el Resucitado, el Jesús del Cielo,

estás aquí ahora, con nosotros, como prenda segura de nuestra propia resurrección. ¡Que te amemos! ¡Que vivamos contigo y por ti!

¡Que seas la ilusión de nuestra vida entera! ¡Que seas Tú, sólo Tú, el gran amor de nuestros corazones! Así sea.

Recuerdo y testimonio…

  1. Principios de la revolución comunista. El marxismo leninista organiza un mitin imponente. Se suceden los oradores en la tribuna, y los organizadores se figuran que tienen ganada la causa entre los oyentes silenciosos.

Un hombre viejo, pero lleno de vigor, se adelanta decidido, sube al estrado y lanza con fuerza el saludo que el pueblo cristiano ruso se dirige en la Pascua de Resurrección: «¡Cristo vive! ¡Cristo vive!».

Aquella masa de gente, enardecida, corea la consigna valiente:

«¡Cristo vive! ¡Cristo vive!»… Setenta años largos de catacumbas no lograron matar al Jesús que se escondía en los Sagrarios de Rusia…, abiertos hoy de nuevo para manifestar a todos que el Resucitado aún sigue vivo.

  1. El Rey Alfonso XII visita Andalucía y alaba con entusiasmo el vino tan exquisito ofrecido por un buen aldeano, que replica al ilustre visitante:

– Pues, Majestad, aún tengo otro vino mejor.

– ¿Y para cuando lo guardas? ¿Esperas otra ocasión más propicia que ésta de tu Rey?

– Sí, Majestad. Ese vino se guarda para Dios. Ese vino lo doy sólo para la Misa, para que se convierta en la Sangre del Señor, el Rey del Cielo y de la Tierra…

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