30 Tema 27- «Jesús y Su Espíritu Santo»

30. «Jesús y Su Espíritu Santo»

Reflexión bíblica. Lectura, o guión para el que dirige

Del Evangelio según San Juan. 15,26; 16,7-15.

Dijo Jesús a los discípulos: Cuando venga el Paráclito, que yo les enviaré de junto a mi Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí…

Les conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Paráclito; pero si me voy, se lo enviaré…

Mucho tengo todavía que decirles, pero ahora no pueden con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, les guiará hasta la verdad completa. PALABRA DEL SEÑOR.

Jesús, erguido de pie en el Templo, había dicho: «El que tenga sed, que venga a mí, y beba el que cree en mí, como dice la Escritura.

De su seno correrán ríos de agua». Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él (Juan 1,31-39)

En su primera aparición de Resucitado, Jesús les dice a los apóstoles, soplando sobre ellos:

«Reciban el Espíritu Santo» (Juan 20,22). Y nosotros, en el Bautismo y la Confirmación, como los apóstoles en Pentecostés, quedamos «todos llenos del Espíritu Santo» (Hechos 22,4).

Ese «Espíritu de la verdad no lo puede recibir el mundo» (Juan 14,17), porque «Dios da el Espíritu Santo sólo a los que le obedecen» (Hechos 5,32), y, una vez recibido, dice Jesús, «el Espíritu de la verdad los guiará hasta la verdad completa» (Juan 16,13), porque «el Espíritu Santo les enseñará todo» (Juan 14,26)

Con el Bautismo que recibimos, Dios «nos renovó mediante el Espíritu Santo, que derramó sobre nosotros copiosamente por Jesucristo Salvador nuestro» (Tito 3,5-6), y así quedamos «justificados en el Espíritu de nuestro Dios» (7Corintios 6,11).

De modo que Dios nos puede cuestionar: «¿No saben que son templos de Dios, y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?» (1 Corintios 3,16)

Y de tal manera ha tomado posesión nuestra, que ya no nos pertenecemos a nosotros mismos: «¿No saben que su cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que han recibido de Dios, y que ya no son suyos?» (1 Corintios 6,19)

Experimentamos que el Reino de Dios es «paz y gozo en el Espíritu Santo» (Romanos 14,19), el cual está en cada momento moviendo nuestra oración, impulsándonos a llamar a Dios: «Abba, Padre» (Romanos 8,15), y a gritar de continuo, suspirando por la unión definitiva con Cristo: «Ven, Señor Jesús» (Apocalipsis 22,20)

Esto es la vida espiritual. No es una vida de ángeles, porque somos hombres; sino una vida de hombres llenos a rebosar del Espíritu, poseídos por el Espíritu, guiados por el Espíritu, el cual nos lleva de continuo a Jesús.

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Y a Jesús, sobre todo, en la Hostia divina, donde Jesús está personalmente presente.

El Espíritu Santo nos empuja hacia la Eucaristía para avanzarnos en la tierra lo que será nuestra vida del Cielo: un estar siempre con el Señor. Porque, al ir al Sagrario, vivimos ya en fe lo mismo que viviremos en gloria.

Estamos aquí con el mismo «Cristo que está sentado a la derecha de Dios», y así pasamos «escondida con Cristo en Dios» nuestra vida de hombres en la tierra (Colosenses 3,1-3)

Hablo al Señor. Todos

Cristo Jesús, que estás en mí por tu Espíritu, regalo espléndido que me has merecido con tu muerte y tu resurrección.

Tú me lo sigues dando especialmente cuando vienes a mí por la Sagrada Comunión o cuando me encuentro contigo en tu Sagrario.

Por Él me haces santo con tu misma santidad.

Guárdame tu Espíritu en mi corazón.

Hazme dócil a sus inspiraciones para que viva lleno de su gozo y de su paz.

 Contemplación afectiva. Alternando con el que dirige

Amor del Padre y del Hijo en el seno de la Trinidad.

¡Ven, Espíritu Santo!

Regalo que nos han hecho el Padre y el Hijo.

¡Ven, Espíritu Santo!

Tú, que nos das el amor filial de Jesús al Padre.

¡Ven, Espíritu Santo!

Tú, que nos has hecho templos vivos tuyos.

¡Ven, Espíritu Santo!

Tú, que eres la gracia derramada en nuestros corazones.

¡Ven, Espíritu Santo!

Tú, que oras continuamente dentro de nosotros.

¡Ven, Espíritu Santo!

Tú, que nos haces llamar ¡Padre! a Dios.

¡Ven, Espíritu Santo!

 Tú, que nos enseñas a orar cuando nosotros no sabemos.

¡Ven, Espíritu Santo!

Tú, que nos iluminas con toda la verdad.

¡Ven, Espíritu Santo!

Tú, que nos enriqueces con tus dones sagrados.

¡Ven, Espíritu Santo!

Tú, que nos haces producir frutos de santidad.

¡Ven, Espíritu Santo!

Tú, que nos llevas a la unión definitiva con Cristo.

¡Ven, Espíritu Santo!

 

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TODOS

 Señor Jesús, gracias por el regalo del Espíritu Santo, con el que me has sellado para la vida eterna. Haz que El me ilumine con toda su verdad para conocerte a tí, para conocer al Padre. Que me abrasen sus llamas, para amar a Dios con el mismo amor con que Dios me ama a mí.

 Madre María, llena del Espíritu Santo y Esposa suya amantísima.

Atrae siempre al Espíritu a mi corazón como lo atrajiste con tu oración sobre los Apóstoles, reunidos contigo en la intimidad del Cenáculo. Que Él me santifique, como te santificó a ti, y me llene de celo ardiente por la gloria de Dios.

 En mi vida. Autoexamen

Por el Espíritu que se posesionó de mí, ya no soy propiedad mía, sino del Señor. Mis labios deben ser por la oración un incensario siempre encendido y humeante. Mi cuerpo, un santuario bello por su pureza inmaculada.

Mi ocupación, contentar a este Huésped divino sin contristarle nunca. Por la fuerza del Espíritu, mis anhelos han de fijarse en el Cielo, no en la tierra, porque ya no puedo suspirar sino por unirme a mi Señor Jesucristo.

Entonces el Espíritu me llevará siempre a la Eucaristía, que es Cristo presente con nosotros.

Y la Eucaristía, a su vez, acrecentará siempre el Espíritu en mí. ¿Vivo así la Eucaristía: la Misa, la Comunión, el Sagrario?…

 PRECES

Dios nos da por Jesucristo el Espíritu Santo, que nos llena de todo bien. Nosotros le pedimos:

Padre, danos tu Espíritu de amor.

 Por la Iglesia, templo del Espíritu, para que con una evangelización ardorosa, renueve la faz del mundo,

– y reúna a todos los pueblos en una misma lengua, en una misma fe, la traída y enseñada por Jesucristo.

Para que todas las naciones de la tierra gocen de los dones del Espíritu,

– la libertad, la paz, el respeto a todas las personas, y para que en todas abunde el pan de cada día sin que nadie padezca necesidad.

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Por nuestra comunidad, por nuestro grupo, que se reúne en el nombre del Señor Jesús,

– para que sienta siempre lo que el Espíritu pide a todos y cada uno, en orden a la santificación propia y al bien de la Iglesia.

Por nosotros mismos, para que en el gozo y en la tristeza, en el quehacer de cada día, y en las pruebas cuando nos sobrevengan,

– sepamos disfrutar la alegría en el Espíritu, Padre de los pobres y dador de todos los dones del Cielo.

Padre nuestro.

 Señor Sacramentado, presente Tú aquí, atesoras al Espíritu Santo y lo das copiosamente al que te lo pide. Llénanos de El cada vez que venimos a visitarte. Déjalo que se escape de tus llagas gloriosas para que nos llene de su luz y nos convierta en una hoguera de fuego abrasador. Que vives y reinas por los siglos de los siglos.

 Recuerdo y testimonio…

    1. Revolución española de 1868. Las Religiosas Dominicas de un convento de Sevilla se ven obligadas a trasladarse al monasterio de las Cistercienses, cuya abadesa queda sorprendida de la grandeza de alma y finura espiritual de una de sus huéspedes, Sor Bárbara de Santo Domingo, amantísima de Jesucristo y siempre apegada al Sagrario, ante el que tiene todas sus delicias.

Intrigada, pregunta al Padre Confesor de las Dominicas en qué escuela había sido formada Sor Bárbara. La respuesta fue lacónica: «Sor Bárbara ha sido educada en la escuela del Espíritu Santo».

    1. El día 19 de Agosto de 1880, el gran promotor de las obras sociales en Francia, Monseñor Segur, fechaba una carta a la Señorita Tamisier, iniciadora de los Congresos Eucarísticos Internacionales, diciéndole, cuando ya faltaba poco para San Pío X:

«Me parece que si yo fuera Papa, el objeto predominante de mi pontificado sería el celo por la Eucaristía y la Comunión, no sólo frecuente, sino diaria.

El Papa que haga esto, bajo el impulso del Espíritu Santo, será el mayor renovador del mundo».

Con el querido Papa San Pío X se cumplió esta profecía al pie de la letra…

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