33 Tema 30- «He Aquí el Corazón»

33. «He Aquí el Corazón»

Reflexión bíblica. Lectura, o guión para el que dirige

 Del Evangelio según San Juan. 19,31-34.

Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado ¿por qué aquel sábadoera muy solemne?  rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza y al instante salió sangre y agua. PALABRA DEL SEÑOR.

Es célebre la aparición a Santa Margarita María en 1676, cuando Jesús, señalando su pecho, exclamó: «He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, que nada ha ahorrado hasta agotarse y consumirse para atestiguarles su amor, y en cambio no recibo de la mayoría sino ingratitud y menosprecio, por la frialdad y sacrilegios cometidos contra mí en este Sacramento del amor».

¿Nos amó Jesucristo?… «Te he amado con amor eterno», nos dice con el profeta {Jeremías 31,3), traducido así por el himno: «Tu amor eterno te forzó a asumir un cuerpo mortal como el nuestro».

Siendo uno como nosotros, podrá decirnos después con un corazón inmenso: «¡Vengan a mí todos los que están cargados y agobiados, que yo les aliviaré!» (Mateo 11,28)

Ante la cruz, exclamará fuera de sí el Apóstol: «¡Que me amó y se entregó a la muerte por mí!» {Gálatas 2,20). Pero antes de morir, tiene un rasgo que sólo en un cerebro divino pudo anidar. Lo expresa el mismo Jesús: «Ardientemente he deseado comer esta pascua con ustedes» (Lucas 22,14)

Entonces «llevó su amor hasta el fin» (Juan 13,1). Tomando el pan y el vino, dice: «Tomen y coman esto. Tomen este cáliz y beban: porque esto es mi Cuerpo, ésta es mi Sangre» (Lucas 22,19-20). Si se da a sí mismo en todo lo que es, ¿qué más puede hacer por nuestro amor?…

Pues, bien; este Jesús tan amante, va a saber lo que es la ingratitud. Momentos antes de instituir la Eucaristía, ha de quejarse: «El que come en el mismo plato que yo, ése me va a entregar» (Mateo 26,23).

Y San Pablo, ya en las primeras cristiandades, hablará del sacrilegio: «Quien come el pan o bebe el cáliz del Señor indignamente, se hace culpable de profanar el cuerpo del Señor» (1Corintios 11,27).

Se entiende entonces la queja del Señor: «En cambio no recibo más que ingratitudes y menosprecios»…

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Pero contra el desamor, vino el amor. El Papa Pío XII, en su encíclica «Haurietis aquas», dirá con ansia viva: «Exhortamos a todos nuestros hijos en Cristo a practicar con entusiasmo esta devoción».

¿Por qué? Precisamente porque nos lleva a la Eucaristía y nos hace beber con abundancia las aguas de la salvación. Eucaristía y Corazón de Jesús son dos términos inseparables.

Hablo al Señor. Todos

Señor Jesucristo, el del Corazón más amante.
¿Cómo corresponderé yo a tu amor inmenso, infinito?…
Si amor con amor se paga, Tú no quieres más que amor.
Aquí tienes mi corazón. Tómalo, tuyo es.
Pequeño cuanto quieras, pero me entrego sin límites.
Con un amor afectivo: ¡Te quiero, Jesús!
Pero, más que todo, con un amor efectivo,
el que dice: ¿qué quieres de mí, Señor?
Tú has hecho todo por mí. Yo haré todo por ti también.
¡Todo por ti, Corazón Sacratísimo de Jesús!

 Contemplación afectiva. Alternando con el que dirige

Corazón de Jesús, abrasado en amor nuestro.
Inflama mi corazón en tu amor.

Corazón de Jesús, el corazón más amante.
Inflama mi corazón en tu amor.

Corazón de Jesús, que me amaste con amor eterno.
Inflama mi corazón en tu amor.

Corazón de Jesús, que por mí te hiciste hombre.
Inflama mi corazón en tu amor.

Corazón de Jesús, cuya vida fue todo amor.
Inflama mi corazón en tu amor.

Corazón de Jesús, todo humildad y mansedumbre.
Inflama mi corazón en tu amor.

Corazón de Jesús, que moriste por amor a mí.
Inflama mi corazón en tu amor.

Corazón de Jesús, que en el Cielo eres todo amor por mí.
Inflama mi corazón en tu amor.

Corazón de Jesús, que te das a mí en la Eucaristía.
Inflama mi corazón en tu amor.

Corazón de Jesús, que mendigas mi amor.
Inflama mi corazón en tu amor.

Corazón de Jesús, que me pides confiar siempre en ti.
Inflama mi corazón en tu amor.

Corazón de Jesús, cuyo amor no falla nunca.
Inflama mi corazón en tu amor.

Corazón de Jesús, que me pides confiar siempre en ti.
Inflama mi corazón en tu amor.

Corazón de Jesús, cuyo amor no falla nunca.
Inflama mi corazón en tu amor.

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TODOS 

Señor Jesús, que, al mostrarnos tu Corazón, nos sigues diciendo: «Permanezcan en mi amor». Yo te amo, ya lo sé.

Pero quiero amarte mucho más. Si Tú de amor mueres por mí, yo moriré de amor por ti. Por mi entrega a ti, y a mis hermanos por ti, haz que toda mi vida sea un ininterrumpido acto de amor.

Madre María, cuyo Corazón estuvo siempre íntimamente unido al Corazón de Cristo, tu Hijo, hasta formar los dos un solo e indiviso corazón.

Enséñame el amor. Hazme amar intensamente al Corazón Divino, para que, amándole a Él, y como Él a Dios y al hermano, llegue a la perfección a la que el Señor me destina.

En mi vida. Autoexamen

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es bella, muy bella, y santificadora por demás. Pero podría yo llevarme a engaño. No debo detenerme en un símbolo hermoso: ¡dice tanto un corazón!…

Debo mirar toda la vida de Jesús y su Persona bajo el prisma de su vida íntima: de su amor.

Pero el amor es entrega, es sacrificio, es abnegación, es darse sin reserva. Por algo el Corazón Divino de

Jesús aparece coronado por la cruz, rodeado de espinas y traspasado

por la lanza ¿Valoro lo que debe ser mi vida por Cristo?…

 PRECES

Dios quiso que su Hijo, colgado del madero, fuese traspasado por la lanza para dejar abierta la puerta de su Corazón. Nosotros le decimos: 

Derrama sobre todos tu gracia y tu misericordia.

Por todos los hombres, para que sepan ver en el Corazón de Cristo el signo más grande del amor de Dios que los quiere salvar.

– Que ninguno desespere, sino que confíen en su Salvador.

Por los que no creen, para que reconozcan en la Iglesia, nacida del costado de Cristo, el sacramento universal de su salvación.

– Que la Iglesia les muestre a todos el verdadero rostro de Cristo.

Por los pobres, los enfermos, los detenidos, los que viven sin trabajo, los alejados de su patria, para que en su dolor y en su dificultad adivinen al Corazón que los ama.

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– Y que nosotros seamos las manos de Cristo para ayudarles siempre.

Por todos los bautizados, para que participando consciente, piadosa y activamente en los sacramentos, en especial la Eucaristía, se llenen de la vida de Dios.

– Y que correspondan al amor de Cristo que los llama y los espera. 

Padre nuestro.

Señor Sacramentado, por la Comunión de cada día y por el trato íntimo que nos dispensas en el Sagrario, Tú te haces un solo corazón con nosotros. Eres nuestro Dios, nuestro Salvador y nuestro

. Te adoramos, dulcísimo Corazón de Jesús, aquí presente.

Inflama nuestros corazones en el amor divino en que te abrasas. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

Recuerdo y testimonio…

  1. Santa Matilde acaba de comulgar. Y ve cómo el Señor le saca del pecho el corazón, lo derrite y lo derrama en el suyo propio, mientras dice:
    «Así quiero yo que todos los corazones se hagan uno con el mío».
  1. El Obispo mártir de Barcelona, Manuel Irurita, es llevado ante el tribunal popular del comité revolucionario y le preguntan si celebra la Misa.

– «Sí. Ni un solo día he dejado de celebrarla. Y si me lo permiten, también lo haré aquí. El mundo se sostiene por la Santa Misa».

Era el Obispo que, siendo profesor, decía a sus alumnos de Teología:

– «Tengan confianza en el Corazón de Jesús, que, aunque sea tirándoles de los pelos, Él los meterá en el Cielo por más que ustedes no quieran».

  1. Santa Gema Galgani, a Jesús Sacramentado:

    «Si aquí abajo el bien causa tanto placer, ¿cuánto más deleite no causarás Tú, Jesús, que eres el Rey de todos los bienes?

    Sólo Tú sacias, sólo Tú haces puros, sólo Tú haces inmaculados a los que viven en ti, porque Tú habitas en ellos».

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