31. «Eucaristía Y Trinidad»
Reflexión bíblica. Lectura, o guión para el que dirige
Del Evangelio según San Mateo. 28,16-20.
Los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Y al verlo le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra.
Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado.
Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo, PALABRA DEL SEÑOR.
Es una de las verdades fundamentales de nuestra fe que Dios nos ha hecho templos suyos. Que Dios vive en nosotros. Que nos ha constituido en morada suya.
Los textos de la Palabra de Dios, en el Evangelio o en los Apóstoles, son abundantes. Nos dice Jesús: «Mi Padre amará al que me ame a mí, y vendremos a él y haremos en él nuestra morada» (Juan 14,23).
Comentará San Juan: «Dios es amor, y el que vive en amor permanece en Dios y Dios en él» (Juan 4,16)
El Apóstol San Pablo no ahorra expresiones fuertes. «¿No saben que son templos de Dios, y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?».
Y nos dice, sobre todo para animarnos a perseverar castos: «¿No saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, y que, por lo tanto, no se pertenecen?», porque «ustedes son templo de Dios vivo» (7Corintios 3,16; 6,19; 2Corintios 6,19)
Esta presencia de Dios en nosotros es totalmente diversa e infinitamente
superior a la presencia de Dios en todas las cosas, ya que todas están llenas de su presencia «y desnudas ante sus ojos» (Hebreos 4,13), lo mismo la flor que nos embriaga con su perfume como la estrella lejanísima que titila en el azul oscuro de la noche.
Nuestro ser es un templo mejor que el de piedra tallada o de cemento armado. Dentro de nosotros está el Padre engendrando a su Hijo. En el Hijo estamos nosotros naciendo del Padre. Y con el Espíritu Santo amamos ardientemente y sin cesar al Padre y al Hijo, en todo metidos dentro de la vida íntima de Dios.
En el Cielo no tendremos más de lo que tenemos aquí; sólo que cambiará el modo en que lo viviremos: lo que ahora poseemos en fe, entonces lo poseeremos y disfrutaremos en gloria «¡Veremos a Dios tal como es Él!» (Juan 3,2)
La Eucaristía, al darnos a Jesús, «en quien habita toda la plenitud de la Divinidad» (Colosenses 2,9), nos une de modo especialísimo con la Trinidad Santísima, porque toda la Vida de Dios, trasvasada al Cuerpo de Cristo, se adentra en nosotros y nos invade por completo.
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Y ante el Sagrario, y con Jesús en nuestras manos, podemos decir igual que en la Misa: «¡Por Cristo, a ti, Dios Padre, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria!»…
Hablo con el Señor. Todos
Mi Señor Jesucristo, que, al hacerme uno contigo,
me metes en la vida íntima del mismo Dios
y me haces gozar ya en la tierra lo que en el Cielo
será mi felicidad eterna.
Tú estabas siempre en el Padre,
amándoos los dos sin cesar en el Espíritu Santo.
Y, asimismo, me haces a mí amar a ese Dios, Uno y Trino,
que vive en mi corazón y se hace especialmente mío
cuando te recibo a ti en la Sagrada Comunión.
¡Gracias, Señor, por la infinita benignidad de un Dios
que me da la misma vida y la misma gloria suya!
Contemplación afectiva. Alternando con el que dirige
Dios Uno y Trino, misterio de amor.
— ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Trinidad Santa, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
— ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Padre Eterno, Padre nuestro celestial.
— ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor.
— ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Señor Espíritu Santo, huésped de nuestro corazón.
— ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Plenitud de la Divinidad, que moras en Jesús.
— ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Jesús, que nos has revelado al Padre y al Espíritu Santo.
— ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Jesús, que nos haces hijos de Dios en ti.
— ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Jesús, que nos das el Espíritu Santo.
— ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Espíritu Santo, que nos haces templos tuyos.
— ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Trinidad Santísima, gozo verdadero del corazón.
— ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Trinidad Santísima, Tú serás nuestra gloria eterna.
— ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
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TODOS
Señor Jesús, Tú nos revelaste al Padre y, resucitado, nos diste el Espíritu Santo para que permanezca siempre con nosotros.
Guárdanos en la Gracia Divina, tesoro de tesoros con que nos enriqueces en este mundo y nos das como causa y medida de la gloria celestial.
Madre María, la llena de gracia, la Hija predilecta del Padre, la Madre verdadera del Hijo y la Esposa más querida del Espíritu Santo.
Te llamamos la Madre de la Divina Gracia, porque nos diste a Cristo, fuente de la Gracia de Dios. ¡Guárdanos siempre el tesoro divino que llevamos dentro!
En mi vida. Autoexamen
«Sería la peor de las criaturas si yo supiera que no estoy en gracia de Dios», respondió Santa Juana de Arco al ser juzgada por hechicera y hereje.
La gracia es la vida de la Trinidad metida en mí, y perderla por el pecado es un suicidio. Por otra parte, si toda obra buena la acrecienta en nosotros, es una imprudencia ser flojos en el servicio del Señor.
Y si la Eucaristía es el aumento de la gracia más extraordinario que podemos pensar, ¿no seríamos unos necios si nos jugáramos la Misa por apatía, si comulgáramos poco o fríamente, si no visitáramos al Señor con la frecuencia que podemos?…
PRECES
En el bautismo fuimos sellados con el Espíritu Santo, que el Padre nos envió, merecido por Jesucristo con su pasión y muerte redentoras. Con gozo grande le decimos a Dios:
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
Por la Iglesia, para que proclame ante todo el mundo el amor de un Padre que nos ama a todos los hombres por igual. Rogamos:
— Señor Dios nuestro, escúchanos.
Por los judíos y musulmanes, que creen en el mismo Dios que nosotros, para que un día descubran y acepten al único Dios en Tres Personas. Rogamos:
— Señor Dios nuestro, escúchanos.
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Por las familias cristianas, para que vivan el amor, la fidelidad, la obediencia y el respeto mutuo como signo de la intimidad de la Trinidad adorable. Rogamos:
— Señor Dios nuestro, escúchanos.
Por nosotros aquí presentes ante el Señor Sacramentado, para que en la Eucaristía descubramos cada día más al Dios Uno y Trino que se nos da por Jesús Sacramentado. Rogamos:
— Señor Dios nuestro, escúchanos.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, Tú nos haces vivir en la Eucaristía la vida de la Trinidad con una sobreabundancia para nosotros incomprensible.
Llénanos de Dios cuando vengas a nosotros.
Átanos a tu Sagrario, para atarnos más y más al Dios que en nosotros habita en toda su plenitud y que se vuelca del todo en nuestros corazones.
Que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Recuerdo y testimonio…
- Concurso de Catecismo en una diócesis muy grande. Todas las Parroquias y todos los Colegios Católicos de Barcelona rivalizan por los primeros premios.
¿Quién será el campeón?…
A los diez semifinalistas se les dirige la pregunta:
«¿Quién está en el Santísimo Sacramento?». La respuesta es unánime entre nueve:
«En la Santa Hostia está Jesucristo, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad».
Todos están conformes, menos uno, que responde:
«¡La Santísima Trinidad! Porque si Jesucristo es Dios, y Dios no hay más que uno, donde está Jesucristo están también el Padre y el Espíritu Santo».
La Presidencia, entonces:
-«¡Pasa al primer puesto!»… Y un gran aplauso acompañaba al Prelado cuando imponía la banda en el pecho del triunfador…
- San Juan de la Cruz, el Doctor Místico, celebraba siempre que podía, en los días permitidos por la Liturgia, la Misa votiva de la Santísima Trinidad.
Algún curioso le pregunta un día:
-¿Por qué escoge siempre la Misa de la Santísima Trinidad?… Y el Santo, rápido y con buen humor:
– Porque la tengo por la mayor Santa del Cielo…
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