Mensajes de la Semana: Junio 27 del 2021

Evangelio de Jesús27 de Junio del 2021

¿Quién Me Ha Tocado?

Jesús iba camino de la casa de Jairo. Centenares de personas se apretujaban alrededor para poder oírlo. Casi no le dejaban avanzar. Es el típico y conocido barullo de la gente que quiere cotillear, curiosear,

chismorrear. Muchos se acercaban a aquel “Maestro-Rabino” para luego poder contar que lo habían visto, o tocado. Es el acercamiento «superficial» que tantas veces se da entre nosotros mismos: nos acercamos, nos miramos, nos decimos algo, nos damos la mano o un abrazo pero no ha ocurrido un auténtico encuentro.

Y también nos pasa con el Señor: nos reunimos en su nombre, le decimos lo que sea, oímos su Palabra, lo recibimos en la Eucaristía… pero nada o casi nada cambia en nosotros.

Un encuentro «auténtico» con un hermano o con el mismo Dios…  es aquel que produce en nosotros algo nuevo, algo bello, que nos hace crecer, que nos hace mejores, que nos cambia de alguna manera. No por estar juntos, ni por hacer cosas juntos, ni por estar en el mismo lugar… nos encontramos realmente.

En esta escena, entre tantos que le rodean, le miran y le admiran, le oyen, le apretujan y le empujan… Entre tantos… realmente solo una persona se «encontró» realmente con Jesús. Sólo una mujer se le acercó silenciosamente, y por detrás le tocó el borde del manto.

Había en ella mucha necesidad y mucha confianza. Llevaba años sufriendo por culpa de sus hemorragias. Iba cargada de humillaciones y de dolor por una enfermedad vergonzosa que la hacía despreciable para la gente: ¡impura!

Tenía prohibido participar en cualquier reunión. Nadie podía tocarla. Y también se volvía impuro todo lo que ella tocara. Incluidas las personas. Eso decían las normas sociales y las sagradas leyes religiosas escritas en la Biblia.

«Impura» significaba también que su enfermedad era una señal de su alejamiento de Dios. Es decir: que se consideraba una pecadora. ¡Doce años! sin recibir una caricia, un abrazo, un beso… (Qué bien la entendemos todos después de esta pandemia y sus «distancias» físicas).

Había buscado la ayuda de especialistas inútilmente, hasta gastárselo todo y gastarse ella. Su último recurso era aquel Maestro de Nazareth que decían que hacía milagros.

Se parece esta mujer a tantas personas que se sacrifican por otros, ponen sus bienes a disposición, siempre disponibles para lo que haga falta, ofrecen su tiempo… pero lo que inconscientemente y realmente andan buscando es reconocimiento, que les tengan en cuenta, que les hagan caso. Pretenden comprar lo que no se compra.

Todos conocemos a personas que se nos acercan para contarnos achaques, problemas, complicaciones y desgracias… Siempre les pasa algo malo.

Es su modo (inconsciente) de buscar nuestra atención, que les hagamos caso, aunque sólo sea un rato. No necesitan ayuda, ni consejos, ni… ¡Necesitan no sentirse tan solas!

 

Pero al final, pocas veces encuentran lo que necesitan, y se sienten vacías, usadas, agotadas, tristes… Ya no saben qué dar o qué hacer o qué contar para que alguien las atienda.

Cuando aquella mujer anónima alargó su mano para rozar el borde del manto del Señor, salió de ella toda una corriente de soledad, de impotencia, de vergüenza, de culpa… Pero para lograr alcanzar el borde de su manto, para abrirse paso, tuvo también que tocar a la gente, haciéndola impura.

Como también Jesús quedó «manchado» con su impureza. Se había saltado las normas religiosas que seguramente conocía muy bien. E intentó ocultarse en el silencio y entre la gente. El caso es que sus hemorragias se habían detenido.

¿Quién me ha tocado?”.

Jesús notó que allí había alguien «diferente», que se le había acercado de otra manera: con sinceridad, discretamente, sin molestar, sin interrumpir, pero con todas sus miserias, su dolor, su tristeza, su incomprensión.

Sin palabras, sin pedir nada. Sólo un gesto de confianza (¡y atrevimiento!): tocarle. Y de él brotó un chorro de comprensión, de paz, de gracia, ¡de vida!

Jesús pregunta: «¿quién ha sido?». Busca a la persona: un rostro, una palabra para dialogar. Quiere que recobre también su dignidad personal, su autoestima, y no sólo la salud. No va con Jesús la «caridad anónima».

Ella aún se escondía, tenía vergüenza, estaba asustada y temblorosa. Temía, con toda razón, que le reprocharan su atrevimiento por no respetar las leyes sagradas.

Pero lo que se encuentra en el Señor es ternura, acogida, respeto, comprensión, diálogo. La saca de su miedo, de su vergüenza, de su anonimato y de su exclusión de 12 años. Jesús la llama «hija», ¡nada menos!, declarándola familia de Dios, y alabándola por su fe, por su confianza, aunque se haya saltados las normas religiosas.

La persona y su dolor están por encima de cualquier regla religiosa o social. Y el Señor le dirige una palabra de ánimo: Vete en paz y con salud.

Comentaba el Papa Francisco:

Él nos espera, nos espera siempre, no para resolvernos mágicamente los problemas, sino para fortalecernos en nuestros problemas. Jesús no nos quita los pesos de la vida, sino la angustia del corazón; no nos quita la cruz, sino que la lleva con nosotros. Y, con Él, todo peso se vuelve ligero (Cfr 30), porque Él es el descanso que buscamos. Cuando en la vida entra Jesús, llega la paz, aquella que permanece aún en las pruebas, en los sufrimientos.

 Vayamos a Jesús, démosle nuestro tiempo, encontrémoslo cada día en la oración, en un diálogo confiado y personal; familiaricemos con su Palabra, redescubramos sin miedo su perdón, saciémonos con su Pan de vida: nos sentiremos amados y nos sentiremos consolados por Él. (Julio ‘17)

Hoy, en esta Eucaristía, cuando extiendas tu mano para recibirle, tocarás al Señor. No sólo el borde de su manto. Sino a él en persona.

Ojalá que sientas que te restaura la vida, esa que a veces se te escapa a chorros o que te quitan otros. No importa si estás así desde hace muchos años. Él no va a reñirte, ya lo has visto.

A Jesús le bastan la sinceridad y la confianza… y que seas un poco atrevido. Confía en ti mismo, y en él. Te hará mucho bien.


por Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

www.ciudadredonda.org/

Oracion:

«Espirítu Santo de Dios  Sana mi Vida»

«Ven Espíritu Santo, aquí estoy, con todo mi pasado dentro de mí, para pedirte la paz.

Mira Señor que las cosas que he vivido están lastimándome por dentro.

Mira esas angustias y dolores que aparecen a causa de ese pasado que no me deja ser feliz.

Ven, Espíritu Santo, a invadir todo mi pasado para transfigurarlo y renovarlo.

Pasa por todo mi ser iluminando, sanando y liberando.

Toca todos mis recuerdos y cura todo el dolor y la inquietud que producen en mi existencia.

Pasa, Espíritu de amor, y sáname por todos los momentos tristes y dolorosos, por aquellos días en que no me sentí amado, o fui despreciado, maltratado, lastimado, utilizado, calumniado, olvidado, ignorado.

Cura mis recuerdos.

Pasa con tu amor y restaura todo lo que se ha dañado en mi corazón.

Cura mi interior y mi cuerpo por todas las malas experiencias que viví.

Deja sólo tu inmensa paz y tu ternura. Como si fuera una herida que se cierra y desaparece, así se sana todo mi ser de esos recuerdos. Y aquello que me hizo sufrir ya no existe.

Pasa Espíritu Santo, alivia, cicatriza, restaura. Amén.»

Adoración Nocturna

Adoración nocturna todos los viernes de 8PM a 8AM.

Lugar: Capilla de Guadalupe

Todos son bienvenidos (pueden enviar un texto a Rafael, con las horas que deseen participar 831-210-2364.)

Night Adoration Is Every Friday 8PM to 8AM in the Guadalupe chapel, everyone is welcomed, (please send a text to Rafael with times you’ll be participating 831-210-2364).

EVANGELIO EN AUDIO

Domingo de la 13ª Semana del Tiempo Ordinario – Ciclo B
Mc 5,21-43: «Contigo hablo, niña, levántate»


RadioPalabra.org/


Video de la Semana

Abba Padre – Destellos Musicales

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