27 de Diciembre del 2020
Sagrada Familia
No resulta fácil hablar hoy sobre la «familia», con tantas susceptibilidades, tantos modelos diferentes, tantas experiencias distintas, y no todas positivas… Pero ya sabemos que «donde hay amor allí está Dios».
Y si le ponemos por delante el adjetivo «sagrada», aún es más difícil. Salvo días como hoy, es poco frecuente que los predicadores tengamos en cuenta la familia, el matrimonio, y tantos aspectos que forman parte de ella. Sin embargo, la realidad familiar (sea la que sea) forma parte de la experiencia de todos y cada uno de los seres humanos, y también de los creyentes.
Creo que hoy es día sobre todo para animar, acompañar, y rezar por todas las familias, y dejar a un lado juicios sobre los distintos «estilos» familiares, y mensajes apocalípticos sobre la crisis familiar, etc.
Estos días navideños son, por definición, «familiares». Es evidente el esfuerzo de encontrarse juntos alrededor de una mesa, o visitar, o llamar por teléfono o videoconferencia, o hacer unos regalos… ¡Qué mal rollo que el coranavirus haya condicionado y limitado tanto estos encuentros!
No obstante, también son días en los que afloran las dificultades y conflictos, latentes o disimuladas en otros momentos del año.
Porque, una vez que estamos juntos ¿qué? ¿de qué hablamos? ¿qué tenemos que decirnos? ¿cómo hacemos para no tocar ciertos temas y que no salten chispas?
Son días en que se hace más visible el sufrimiento de las familias que se han roto, y «toca» que los hijos se repartan entre el padre y la madre. Son días en que recordamos con tristeza a los que ya no están.
Y son días en que aquellos que no tienen a su familia cerca, por la razón que sea, se sienten especialmente solos.
Es verdad que no todo es sufrimiento, y que, cuando una familia se lleva bien, es una de las mayores fuentes de gozo, equilibrio, seguridad, ternura… etc.
Pero ¿y qué pasa cuando las cosas no han resultado bien? ¿No hay derecho a rehacerse, a intentar curar las heridas y buscar la estabilidad por otros caminos?
Cuando tratamos el tema de la educación de los hijos, más de un padre/madre pregunta: «¿Por qué no vendrán los niños a este mundo con un manual de instrucciones debajo del brazo?».
Unas veces por exceso, y otras por defecto, no es rara la sensación de muchos padres de no estar haciéndolo bien, o de darse cuenta demasiado tarde, o de sentirse culpables, o de desentenderse porque «es muy difícil»…
Qué pueden aportarnos las lecturas de hoy para este tema de la convivencia familiar?
Empecemos diciendo que los evangelios nunca llaman «sagrada» a la familia de Jesús ni a ninguna otra.
Por otro lado, llama la atención que en boca de Jesús nunca aparecen las palabras «padre» o «madre» para dirigirse a José o a María, ni «hermano» para referirse a sus parientes cercanos, como era costumbre en la cultura judía.
Jesús sólo llama «padre» a Dios. Y expresamente pide a sus discípulos que a nadie llamen Padre sino a DIos. En cuanto a su madre, sólo se refiere a ella como desde lo alto de la cruz , para encargarle al discípulo amado que la cuide.
En cuanto al nombre de «hermano» lo reserva para los discípulos, que deben tratarse así entre sí: «Si te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti», «entre vosotros, todos sois hermanos», «¿quiénes son mi madre y mis hermanos? Los que escuchan mi Palabra y la cumplen…
«Si te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti», «entre vosotros, todos sois hermanos», «¿quiénes son mi madre y mis hermanos? Los que escuchan mi Palabra y la cumplen…
Es el modo de decirnos que la «familia» verdadera, la cristiana, la suya, es mucho más grande que la que viene por los lazos de la carne y la sangre. Por tanto, la «familia» tiene que salir de sí misma para poner «calor de hogar» en este mundo tan poco hogareño.
Y que, por lo tanto, no entró en su proyecto hacer de la propia familia una especia de fortaleza, burbuja o refugio para tiempos difíciles: Nosotros, y los nuestros, aquellos con los que nos llevamos bien y no nos dan problemas…
«Si amáis a los que os aman, ¿qué hacéis de extraordinario?». Sus discípulos estamos llamados a multiplicar los padres, las madres, los hermanos, los abuelos en nuestro entorno cristiano y social.
Se trata de que se extiendan y triunfen los vínculos del amor, todas esas cosas que forman parte de la convivencia familiar: el diálogo, la acogida, el perdón, el servicio, los detalles, el sacrificio, etc. Dentro y fuera de casa
En segundo lugar, sí podemos considera y llamar«sagrada» a una familia cuando está consagrada a Dios. Es decir: cuando en ella está muy presente Dios, cuando contamos con Él en los problemas y decisiones de cada día…
La oración, la escucha de la Palabra, el diálogo buscando juntos la voluntad de Dios es algo indispensable en toda familia que quiera llamarse cristiana, el perdón mutuo.
Probablemente los pastores de la Iglesia no hemos puesto muchas energías en enseñar y acompañar todo esto. Pero también es cierto que no pocas familias consideran que basta con estar juntos, vivir bajo el mismo techo, y comer de la misma nevera, y juntos cuando se pueda.
¡Qué fundamentales son los grupos de matrimonios que reflexionan, comparten y aprenden juntos a partir de sus experiencias! Probablemente en la parroquia los tenéis, o podéis proponer que se pongan en marcha.
En tercer lugar, las lecturas nos subrayan que los hijos no son propiedad de los padres. Lo de «presentarlos» a Dios (algo «parecido» a nuestros Bautismos) era la manera que Israel tenía de subrayar el infinito respeto que se merecen.
Los hijos no están llamados a ser «imagen y semejanza» de sus padres, ni a cubrir ausencias afectivas cuando faltan otras personas al lado.
Aunque también hay que afirmar que los hijos no son quiénes para interferir en la vida de sus padres, tenerlos a su completa disposición, y exigirles a veces cosas que no les corresponden.
Los padres tienen encomendada una «tarea sagrada»: ayudarles a conocer y a vivir a Dios, a servirle. Los hijos tienen que crecer y robustecerse (como decía el Evangelio respecto a Jesús), pero también «en sabiduría y en gracia».
Esta «sabiduría» de la que habla la Escritura se refiere a la sabiduría de aprender de la vida y aprender a enfrentarse personalmente con las dificultades y retos que va planteando la vida. Una sabiduría existencial.
Para terminar: los cristianos (como personas, como comunidades y como Iglesia) tenemos que apoyar a las familias (sea cual sea el modelo que elijan), dar comprensión cuando aparezcan las dificultades, abrir caminos, acoger… y hacer menos juicios e imposiciones. Tomarnos todos mucho más en serio esto de «construir» familia, y también la gran Familia de la Iglesia.
Como dice un proverbio africano: «Para educar a un niño hace falta la tribu entera«.
por Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
Oración del Papa por el Coronavirus
“Oh María, Tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.
Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación del pueblo romano, sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros que proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección. Amén.
Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios.
No desprecies nuestras súplicas que estamos en la prueba y libéranos de todo pecado, o Virgen gloriosa y bendita”.
Adoración Nocturna
Adoración nocturna todos los viernes de 9PM a 8AM.
Lugar: Capilla de Guadalupe
Todos son bienvenidos (pueden enviar un texto a Rafael, con las horas que deseen participar 831-210-2364.)
Night Adoration will begin June 14th, every Friday 9PM to 8AM in the Guadalupe chapel, everyone is welcomed, (please send a text to Rafael with times you’ll be participating 831-210-2364).
Video de la Semana
«El Señor Es Mi Pastor» – Destellos Musicales