Mensajes de la Semana: Febrero 20 del 2022

Evangelio de Jesús20 de Febrero del 2022

Vencer a los Enemigos

Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto (Salmo 120)

          Dicen que el culmen del mensaje evangélico está recogido en estas palabras: «amad a vuestros enemigos…para que seáis hijos de nuestro Padre celestial». 

       La palabra «enemigo» es una palabra fuerte, y probablemente evitemos aplicarla, e incluso digamos: «Yo no tengo enemigos». 

Un enemigo sería alguien que no nos quiere bien, que pretende hacernos daño, que nos lleva por sistema la contraria o desprecia nuestros puntos de vista, su presencia nos incomoda, compite con nosotros para dejarnos por debajo…

El Papa Francisco ha escrito:

«… me duele tanto comprobar cómo en algunas comunidades cristianas, y aun entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odio, divisiones, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos? (Evangelii Gaudium 100)

           Habrá quien tenga enemigos porque él mismo se los busca con su manera inadecuada de ser o estar (alguien antipático, borde, mentiroso, inmaduro, manipulador…). 

Pero otras veces no hay una justificación: Si hasta el mismísimo Jesús tuvo enemigos declarados, porque sus valores, actitudes y opciones chocaban abiertamente con las de otros que se sentían amenazados o puestos en evidencia por él.

             Para comprender la radicalidad y el alcance de las palabras de Jesús, que pide a sus discípulos: «amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada… y seréis hijos del Altísimo» nos vendrá bien repasar brevemente algunos con quienes tenemos que ponerlas en práctica:

  • El otro, es decir, el que tiene distinto carácter, criterios, ideas, intenciones… O sea, el diferente. El que no tiene mis gustos, mis ideas, no comparte mis puntos de vista. Aquel con quien me resulta tan difícil un entendimiento aceptable.

No los podemos aguantar. Entre nosotros hay incompatibilidad de caracteres, de mentalidad, de temperamento. Ocurren fácilmente malentendidos, incomprensiones y sufrimiento. ¿Recordáis aquello que decía Sartre: «el infierno son los otros»?

  •  El adversario, el que por la razón que sea, compite conmigo, me suele llevar la contraria, intenta ponerse por encima de mí, salirse con la suya, quiere tener siempre la razón, imponerme su manera de ver las cosas. ¡Cuántas veces alguien de casa: pareja, hijos, padres, hermano!, o un compañero de trabajo… 
  • El pesado o inoportuno, que me hace perder el tiempo, que me repite las cosas mil veces como si no me hubiese enterado, el que tiene la habilidad de interrumpirme en el peor momento, que me cansa, me aburre, me agota.  
  • El chismoso que va haciendo comentarios a mis espaldas, o tiene que poner verde a alguien, el que me desprestigia, el que hace correr rumores y comentarios con fundamento o sin él, es indiscreto, no sabe guardar un secreto, ni disculparme…
  • El hipócrita que tiene varias caras, y ocultas intenciones, que disimula cuando le conviene, que no te puedes fiar de él, que no sabes si va o si viene, o lo que realmente piensa… No está muy lejos del «mentiroso».
  •  El antipático, el que me cae mal, no me gusta su forma de ser o estar, con el que no tengo casi nada en común, me cuesta mucho aguantarle, y prefiero evitarlo…
  •  Y el arrogante, el aprovechado, el celoso, el que me la ha jugado, el manipulador… 

¿Qué nos pide Jesús que hagamos con todos estos «personajes»?

 Primero cuatro peticiones generales:

– Amad a vuestros enemigos

– Haced el bien a los que os odian, 

– Bendecid (hablad bien) a los que os maldicen, 

– Orad por los que os calumnian. 

Y luego algunos comportamientos concretos:

– Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; 

– Al que te quite la capa, no le impidas que se lleve la túnica. 

– A quien te pide, dale 

– Al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames 

           Es decir, que la vieja Ley del Talión («Ojo por ojo, diente por diente») no vale. Tampoco hacerles frente,  esto es, no corresponder con sus mismas actitudes. Si ellos «disparan» y yo también disparo… entonces me he puesto a su altura, y de algún modo se puede decir que me han ganado.

Y luego, encima, me sentiré mal. Yo no quería disparar. Pero en el fondo se han llevado su merecido. Total, que la enemistad y la violencia permanecen.

                 No invita Jesús a la «pasividad», a dejarse pisotear, a que se aprovechen de ti. Se trata más bien, como dice la Escritura en otros lugares, de «vencer el mal a fuerza de bien».

No echar más basura a la que ya hay. Incluso ser «excesivos» en nuestro modo de tratarles «bien». Amarles para desarmarles.

Ahora bien: «amarles» no significa:

* Quitarle importancia a lo que nos ha hecho daño. Si la tiene, hay que dársela

* Tampoco significa «aquí no ha pasado nada». Porque ha pasado. Puede que el otro se corrija y cambie de actitud…o quizá no.

Puede que no fuera muy consciente del daño que me hacía, y procure disculparle, como hizo Jesús en la cruz con sus asesinos («perdónales porque no saben lo que hacen»). Es el triunfo del amor en mí, por encima del dolor, la rabia o el deseo de maldecir o vengarme. 

Para que esto sea posible es necesario contar con la ayuda de Dios, con ese amor sin condiciones con que Él me ha tratado a mí, un amor que nunca me retira aunque yo me lo merezca.

Quien es consciente de sus limitaciones y errores y  experimenta que Dios le trata bien a pesar de todo… deja de ser intransigente con los demás. 

* No tengo por qué tener sentimientos positivos hacia él. Los sentimientos no se pueden forzar. Surgen o no surgen. No dependen de nuestra voluntad.

Si alguien me cae mal… no puedo obligarme a mí mismo a que me caiga bien, por ejemplo. Pero puedo tratarle bien, correctamente, amablemente, educadamente. No es necesario que me lo lleve a comer a casa.

* Las heridas tardan en cerrarse. Aunque yo perdone… no deja de dolerme automáticamente. Necesito darme tiempo. Quizá nunca me deje de doler.

Pero tampoco es nada conveniente seguir dándole vueltas a lo que pasó, haciendo que la herida se mantenga abierta o incluso se profundice y se pudra. Eso es como «darles poder» para que nos amarguen la vida, aunque haya pasado tiempo de aquello. Es un modo absurdo de traer el presente… lo que es mejor dejar en el ayer.

          Este es el reto de Jesús: Sed perfectos como lo es nuestro Padre celestial. Una perfección que consiste y está centrada en nuestro trato con los demás, y no en esa «autoperfección» en la que tanto esfuerzo gastaban los fariseos.

Una perfección que sólo es posible en la medida en que experimentamos en nosotros el amor/misericordia de Dios.


por Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

www.ciudadredonda.org/

Oracion:

Oración a San José

Del papa León XIII

A Vos recurrimos en nuestra tribulación, bienaventurado San José, y después de implorar el auxilio de vuestra Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente vuestro Patrocinio.

Por el afecto que os unió la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, por el amor paternal que profesasteis al Niño Jesús, humildemente os suplicamos que volváis benigno los ojos a la herencia que con su que Jesucristo conquistó con su Sangre y que nos socorráis con vuestro poder en nuestras necesidades.

Proteged, oh prudentísimo Custodio de la Sagrada Familia, el linaje escogido de Jesucristo; preservadnos Padre amantísimo, de todo contagio de error y corrupción, sednos propicio y asistidnos desde el Cielo, poderosísimo Protector nuestro, en el combate que al presente libramos contra el poder de las tinieblas.

Y del mismo modo que, en otra ocasión, librasteis del peligro de la muerte al Niño Jesús, defended ahora a la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y contra toda adversidad.

Amparad a cada uno de nosotros con vuestro perpetuo patrocinio; a fin de que, siguiendo vuestros ejemplos y sostenidos por vuestro auxilio, podamos vivir santamente, morir piadosamente y obtener la felicidad eterna del Cielo. Amén.


Oración al Espíritu Santo

Dirigiéndonos al Espíritu Santo decimos:

“Señor, no puedo orar adecuadamente. Soy débil; soy humano; soy frágil.

Me distraigo con facilidad, pensando en mi mismo y en el mundo.

Pero tu Señor, me llevas más allá de eso.

Ayúdame a rezar debidamente.

Ayúdame a centrarme en el Padre, en el Hijo y en Ti Espíritu Santo, para que mi alma pueda recibir la gracia que está ahí para todos los que rezan.

Amén.


Video de la Semana

Nadie Te Ama Como Yo – Instrumentos de Jesús y María


Hijos resentidos de Padres Sordos y mudos- Padre Santillan

Adoración Nocturna

Adoración nocturna todos los viernes de 8PM a 8AM.

Lugar: Capilla de Guadalupe

Todos son bienvenidos (pueden enviar un texto a Rafael, con las horas que deseen participar 831-210-2364.)

Night Adoration Is Every Friday 8PM to 8AM in the Guadalupe chapel, everyone is welcomed, (please send a text to Rafael with times you’ll be participating 831-210-2364).

Oración a la Santísima Virgen María

Gracias por ser Santa María.

Gracias por haberte abierto a la gracia,
y a la escucha de la Palabra, desde siempre.
Gracias por haber acogido en tu seno purísimo
a quien es la Vida y el Amor.

Gracias por haber mantenido tu “Hágase”
a través de todos los acontecimientos de tu vida.
Gracias por tus ejemplos dignos de ser acogidos
y vividos.

Gracias por tu sencillez, por tu docilidad,
por esa magnífica sobriedad, por tu capacidad de escucha,
por tu reverencia, por tu fidelidad, por tu magnanimidad,
y por todas aquellas virtudes que rivalizan en belleza
entre sí y que Dios nos permite atisbar en Ti.

Gracias por tu mirada maternal, por tus intercesiones,
tu ternura, tus auxilios y orientaciones.

Gracias por tantas bondades.
En fin, gracias por ser Santa María, Madre del Señor Jesús
y nuestra.
Amén.

MEDITAMOS EL EVANGELIO CON MARIA VALTORTA

Capítulo 27. El edicto de empadronamiento.

Capítulo 28. La Llegada a Belén.


PARA MEDITAR

Reza esta jaculatoria después de cada decena del Rosario:

«Quiero Atar a mis Hijos a tu Corazón»

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