Mensajes de la Semana: Octubre 11 del 2020

Evangelio de Jesús11 de Octubre del 2020

El Rey que invita y las reacciones de los invitados

 Domingos anteriores Jesús nos presentaba diferentes invitaciones relacionadas con la Viña de Dios. En esta ocasión las invitaciones tienen que ver con un Banquete de Bodas, en el que encontramos algunos puntos sorprendentes y relevantes:

  • Lo primero es que no estamos muy habituados a que nos hablen del Reino de Dios como de un «banquete de bodas».

En este tipo de eventos están muy presentes la alegría, la convivencia, el encuentro, la amistad con quien nos ha invitado, pero también la comunión que va surgiendo entre todos los asistentes, incluso aunque muchos no se conozcan.

Esta manera de presentar el Reino excluye que la entrada al Reino sea un asunto privado, o individualista: es con otros.

Tampoco hay que hacer méritos, o ganarse que a uno le inviten. Basta con que el anfitrión quiera contar con nuestra presencia, depende más que nada de su amistad o cariño.

Evidentemente una invitación así no se percibe como algo «obligatorio», pues más bien uno se siente halagado por haber sido invitado a un momento tan especial y trascendente para los novios.

A eso se alude precisamente en la invitación a la comunión eucarística: «Dichosos» los invitados a la mesa/cena del Señor». A la mesa eucarística y a la mesa del Reino.

  • Jesús presenta a Dios como un Rey (el padre del novio) que invita, que hace una oferta: «Venid a mi fiesta»: quiero celebrar la salvación, que sois mis amigos, que me apetece que nos acompañéis en un momento tan gozoso y especial, porque la fiesta de mi hijo no sería tal fiesta si faltáis vosotros.

Cabe esperar, además, que siendo el Rey quien invita, en el banquete no falte de nada, que sea un derroche: «manjares suculentos, un festín de vinos de solera…»

El amor de los novios y su boda es presentado a menudo en la Biblia como símbolo de la Alianza, un compromiso de amor entre Dios y su pueblo.

Y esto  nos tiene que recordar la escena de la última Cena de Jesús (también un banquete), donde Jesús habla de alianza (nueva y eterna), habla de amistad y de amor mutuo, de que ha sido él quien ha elegido a sus invitados/amigos, de su ardiente deseo de que sean uno entre ellos, y de que se sirvan (lavatorio) mutuamente…

Lo peculiar de este banquete, tal como lo profetiza Isaías, es que será multitudinario, porque estarán invitados «todos los pueblos». Importante: el pueblo de Dios no considera ya que la salvación sea exclusivamente para ellos. Y Jesús completa esa universalidad diciendo que son invitados «malos y buenos».

  Soprendente nos puede resultar la reacción de los invitados. Es posible que alguna vez hayáis recibido la invitación de alguien con quien simpatizamos poco, o que nos incomode porque probablemente nos encontremos con otros invitados que preferimos evitar, o tal vez altere o estropee otros planes que habíamos hecho… y entonces procuramos buscarnos una buena excusa para no quedar mal. 

     Mateo nos cuenta en otro lugar las excusas de algunos discípulos ante la llamada de Jesús: me he comprado una yunta que tengo que probar, o unas tierras, o se me ha muerto mi padre, o… El caso es que nuestros intereses, nuestros planes y nuestros sentimientos desembocan en un: «no voy». O quizá, más diplomáticamente, «cuánto siento no poder ir».

¿Qué pasa en este banquete de bodas, en que el Rey se encuentra con un plantón generalizado? ¿Por qué no tiene éxito la propuesta de Jesús?

     Hay invitados que dicen “no” abiertamente, sin excusas ni rodeos. Son los que tienen cerrado el corazón, y esa alegría nupcial no va con ellos, esa boda no es para ellos una «buena noticia».

Ese Rey les estropea sus planes, se ven en aprietos para ajustar sus agendas. Ese Rey es aburrido, no tiene nada que ofrecerles, no se lo van a pasar bien. Puede que hayan tirado directamente a la papelera la invitación sin pensarlo dos veces: No tengo ganas de molestarme.

Mateo diría que están «prisioneros» de sus negocios, posesiones y costumbres. Como aquel joven rico: «qué difícil es que un rico entre el Reino de los Cielos».

Podríamos decir: qué difícil es que un rico se tome en serio las propuestas/invitaciones de Dios. Es más fácil «enhebrar camellos».

No han pasado la experiencia de Pablo: que ha aprendido a vivir en pobreza y abundancia, en la hartura y el hambre, en la abundancia y la privación, sin renunciar a su misión y a su relación con el Señor. Estos invitados no saben de renuncias, sacrificio o privaciones.

 Hay invitados que acuden a regañadientes. Quizá le habrían preguntado si se atrevieran: Pero «¿es obligatorio ir?». A lo mejor si no voy se enfada conmigo, se ofende… Y se les nota enseguida, porque en sus caras no está presente la alegría, no acuden con ilusión y con ganas.

Toca ir y ya está. Y van un poco por inercia o por compromiso. Se me ocurría pensar si tal vez pudiera achacarse su rechazo a la actitud o el modo de presentarles la invitación los mensajeros del Rey: quizá les han reñido si no van, quizá les han dicho lo que les podría pasar si se quedan en casa, quizá les han puesto condiciones, quizá ellos mismos con su presencia ya desmotivaban… En tal caso no serían dignos mensajeros del Rey. Pero de la parábola al menos no se pueden extraer estas conclusiones.

     Y hay invitados que la emprenden con los mensajeros. Les ofende o molesta o desagrada que haya un Rey, que esté organizada una boda, que acuda la gente, que molesten a los demás…

Se sienten fastidiados, incómodos y ofendidos. Por supuesto que no se sienten invitados, aunque lo estén. Y pasan al ataque: a por los mensajeros, quitarlos de en medio, que se callen, que no molesten, que se vayan, que mejor y más libres sin ellos.

  • Y sorprendente lo tozudo que es el Rey. No se rinde ante los rechazos. Sus mensajeros son enviados numerosas veces: «Venid, está todo preparado».

Pero ante el desastroso resultado, no suspende su fiesta, y decide buscar invitados improvisados por las plazas, por las afueras de la ciudad, por los cruces de caminos.

Solían ser lugares peligrosos, no frecuentados por la gente bien, sino más bien por pobres, parados, desarraigados, vagabundos, criminales quizás, en todo caso personas poco deseables. Pero fueran buenos o malos, el Rey no filtra a los nuevos invitados. 

Seguro que se sintieron encantados de que alguien les ofreciera alegría, alimento, convivencia, de que los hayan tenido en cuenta. Y acuden. Es lógico. Estos fueron los que mejor escucharon a Jesús por los cruces de caminos de Galilea, según cuentan los evangelistas. Estos que no tienen agendas superocupadas, ni negocios que supervisar, ni han comprado una yunta de bueyes, porque tampoco tienen bueyes…

     Parece lógico que el Rey se harte de sus «amigos» de siempre: en realidad falsos amigos, amigos interesados, amigos de pega, amigos que le atienden cuando les viene bien, amigos que no saben compartir, ni quieren les interesa el encuentro con otros, sobre todo si esos otros son los de los cruces de caminos (las periferias, que diría el Papa Francisco). Así que envía sus tropas para acabar con ellos y con su ciudad. Ya está bien de hipocresía y mala voluntad.

  • Sin embargo este Rey no acepta que llegue uno y diga  “ya estoy”. Me apunto. Apuntarse (lo mismo que bautizarse, hacer la comunión o casarse, incluso ir a misa y comulgar, es relativamente fácil, y bastantes se apuntan…).

Pero de entre todos los desarrapados de los caminos «uno» no está presentable. Esta excepción no supone forzar o contradecir el mensaje general de la parábola: la tradición cristiana siempre se ha referido al Bautismo como ponerse un «vestido nuevo», o «revestirse de Cristo». Podéis preguntarle a San Pablo.

      Jesús no quiere cortarle a nadie la digestión, pero sí quiere que se tomen en serio su invitación. No vale cualquier traje para compartir mesa con el Rey.

Entre tantos invitados, es de suponer que bastantes -malos y buenos- no tendrían mucho que ponerse para la ocasión, teniendo en cuenta «dónde» los habían ido a buscar. Pero el Rey se fija SOLO EN UNO. Como símbolo de que hace falta «ponerse» la actitud adecuada, no simplemente aprovechar la ocasión.

    Me viene a la cabeza aquella Cena de despedida de Jesús, donde también uno de los comensales  no aguantó… y optó por marcharse. Se sentía incómodo en aquella fiesta, por mucho cordero, mucha fiesta de Pascua y muchas canciones que hubiese.

No quiso o no fue capaz de acoger al Rey en su corazón, y que le cambiase sus esquemas y prioridades. Estaba fuera de lugar. Jesús no tuvo que echarle fuera: se marchó él solo con su fracaso y sus ideas fijas.

  • Concluyendo: Hay llamadas del Rey-Dios, insistentes, a todas horas, a cualquier hora. ¿Quién las escuchará y se moverá para acudir? El Banquete de bodas (el Reino, la salvación, el seguimiento de Jesús, o como queramos llamarlo) está abierto a todos: buenos y malos. Nuestro Dios no es excluyente ni elitista.

Algunos habrá que se queden fuera, como aquellas vírgenes necias que se quedaron sin aceite en sus lámparas.

Algunos no querrán acudir a pesar de la invitación. Y algunos (esperemos que la mayoría) acepten la invitación y no pondrán «pegas» a encontrarse y aceptar y compartir con todo tipo de personas, convocadas por el Rey. Aunque tengan pocos méritos.  Y todos… procuraremos ir debidamente «revestidos» y transformados por el Bautismo que hemos recibido. 


Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
ciudadredonda.org

Novena a Los Angeles Custodios

Segundo Día de la Novena a los Ángeles Custodios

Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de Contrición

¡Señor mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, 
y porque os amo sobre todas las cosas, 
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. 
Amén.

Oración para cada día de la novena

A Vos, santo Ángel de mi Guarda, acudo hoy en busca de especial favor. Habiéndote puesto Dios por custodio y protector mío, nadie como Vos conoce la miseria y las necesidades de mi alma y los afectos de mi corazón. Vos sabéis el deseo que tengo de salvarme, de amar a Dios y de santificarme; mas, ¡ay!, también sabéis mi inconstancia y lo mucho que he ofendido a Dios con mis faltas y pecados. Vos, que sois para mí el guía más seguro, el amigo más fiel, el maestro más sabio, el defensor más poderoso y el corazón más amante y compasivo, alcanzadme de Dios la gracia suprema de amarle y servirle fielmente en esta vida y poseerle eternamente en la gloria.

Y ahora os ofrezco humildemente los pequeños obsequios de esta Novena, para que también me alcancéis las gracias especiales que en ella os pido, si no son contrarias a la gloria de Dios y al bien de mi alma. Así sea.

Segundo día

¡Oh Príncipe celestial!, dignaos obtenerme el perdón de todas las ofensas que he hecho a Dios y a Vos, despreciando vuestras amenazas y vuestros consejos.

Os pido que, por intercesión de María, me alcancéis de Dios un verdadero dolor de los pecados, que me obtenga el perdón de todas las faltas y caídas de la vida pasada.

(Se dicen las intenciones de la novena)

Oración a la Santísima Trinidad

Para obtener de Dios las gracias que esperamos, ¡oh buen Ángel de la Guarda!, en unión vuestra y de todos los otros Ángeles del cielo, y por mediación de la Virgen Maria, Madre de Dios y Madre nuestra, saludo ahora a la Trinidad Santísima con el Trisagio angélico, diciendo de todo corazón:

Santo. Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de vuestra gloria. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Rezar al Padre Eterno: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de vuestra gloria. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Rezar al Hijo Unigénito: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de vuestra gloria. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Rezar al Espíritu Santo: Padrenuestro. Avemaría y Gloria.

Ángel de mi Guarda

Ángel de Dios,
que eres mi custodio,
pues la bondad divina me ha
encomendado a ti, ilumíname,
dirígeme, guárdame.
Amén.

Ángel de mi Guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día. No me dejes solo que me perdería. Ni vivir, ni morir en pecado mortal. Jesús en la vida, Jesús en la muerte, Jesús para siempre. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Maria y la Euaristia

Oración del Papa por el Coronavirus

“Oh María, Tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.

Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación del pueblo romano, sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros que proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección. Amén.

Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios.

No desprecies nuestras súplicas que estamos en la prueba y libéranos de todo pecado, o Virgen gloriosa y bendita”.

Adoración Nocturna

Adoración nocturna todos los viernes de 9PM a 8AM.

Lugar: Capilla de Guadalupe

Todos son bienvenidos (pueden enviar un texto a Rafael, con las horas que deseen participar 831-210-2364.)

Night Adoration will begin June 14th, every Friday 9PM to 8AM in the Guadalupe chapel, everyone is welcomed, (please send a text to Rafael with times you’ll be participating 831-210-2364).

ORACIONES ENSEÑADAS POR EL ANGEL:

¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te aman! (Tres veces).

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes con los que El es ofendido.

Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pecadores.

(Los niños rezaban estas dos oraciones de rodillas y con la frente inclinada hacia el suelo)

 

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