Mensajes de la Semana: Octubre 9 del 2022

Evangelio de Jesús9 de Octubre del 2022

Un Corazón Agradecido

        He leído en una estadística que cada día damos las gracias más de veinte veces. Las damos cara a cara, por teléfono, por correo electrónico, whatsApp, con SMS…

Muchas veces de forma automática, sin apenas darnos cuenta. Como podríamos haber dicho un «okey», un «vale» o un «bien, estupendo».

Pero, ¿cuántas de estas veces somos capaces de mostrar de verdad gratitud?

Porque hay una gran diferencia entre «dar las gracias» y mostrar nuestro agradecimiento.

 Decir «gracias» a menudo es una respuesta automática, un convencionalismo social, a veces incluso es «interesado»: gracias por su atención, gracias por comprar en nuestros almacenes, gracias por viajar con nuestra compañía y esperamos verles de nuevo a bord

Un Corazón Agradecido

        He leído en una estadística que cada día damos las gracias más de veinte veces. Las damos cara a cara, por teléfono, por correo electrónico, whatsApp, con SMS…

Muchas veces de forma automática, sin apenas darnos cuenta. Como podríamos haber dicho un «okey», un «vale» o un «bien, estupendo».

Pero, ¿cuántas de estas veces somos capaces de mostrar de verdad gratitud?

Porque hay una gran diferencia entre «dar las gracias» y mostrar nuestro agradecimiento.

 Decir «gracias» a menudo es una respuesta automática, un convencionalismo social, a veces incluso es «interesado»: gracias por su atención, gracias por comprar en nuestros almacenes, gracias por viajar con nuestra compañía y esperamos verles de nuevo a bordo…

        Pero el auténtico agradecimiento va mucho más allá de pronunciar la palabra “gracias”: es mostrarle a la otra persona que realmente valoramos y apreciamos lo que ha hecho por nosotros o lo que nos ha dado.

Ese agradecimiento brota cuando uno se siente «especial», emocionado con un detalle (o algo más que un detalle) que han tenido conmigo, cuando te das cuenta de que han procurado agradarte, cuando alguien ha ido mucho más allá de lo que es su obligación, molestándose más de la cuenta, cuando te han hecho sentir «especial»… 

          Por ejemplo: Recuerdo en cierta ocasión por tierras leonesas, que andaba buscando un lugar determinado en una ciudad del todo desconocida para mí, y estaba perdidísimo.

Al parar el coche para preguntarle a alguien que pasaba por allí… aquel buen hombre abrió la puerta del coche, se subió y me dijo: «es muy complicado que se lo explique: yo le voy diciendo»…

Al llegar estábamos bastante lejos del lugar de donde había montado, y al bajarse del coche, le pregunté: «

¿Y ahora cómo regresa usted a donde estaba antes?». Me dijo: «pues regreso con el corazón contento de haberle podido hacer a alguien un favor». Y se alejó con una enorme sonrisa de despedida.

           Otra vez tuve ocasión de acompañar a un hermano de comunidad a hacerse unas pruebas médicas, porque andaba mareado.

Me pareció lo más normal hacerlo. Al poco rato de volver se presentó diciéndome que ya sentía un poco mejor, lo justo para haber salido a comprarme un tarro de altramuces, que sabe que me gustan.

          Y en estas últimas semanas me he visto casi abrumado por tantísimas personas que se me han acercado para despedirse de mí antes de marchar a mi nuevo destino: aplausos, abrazos, regalos, mensajes escritos, lágrimas, agradecimientos por mi trabajo, por mi trato… Incluso de personas con las que no recordaba haber hablado siquiera.

No esperaba tanto en absoluto: sorprendido y reconfortado. Y casi siempre sin saber cómo reaccionar.

Son los pequeños y grandes detalles… que a la vez se convierten en un reto personal: aprender de todas estas personas, imitarlas de alguna manera. Un «gracias» no nos resulta suficiente.
             El gran peligro de nuestras relaciones personales es la «costumbre/rutina» y el «descuido» de estas pequeñas grandes cosas: saber tener detalles y el decir «gracias» conscientemente.

Esta cultura de hoy nos enseña que estamos cargados de derechos, y por lo tanto, los otros están llenos de obligaciones.

Tienen que:  atenderme pronto y bien, escucharme atentos, ayudarme, contestar el teléfono inmediatamente, darme… cuando a mí me hace falta, cuando lo pido, cuando me conviene…


Porque… yo lo necesito, yo lo pago, yo tengo derecho, me lo merezco… Se nos da bien quejarnos y protestar.

Unas veces con razón, y otras sin ella. Pero pocas veces ocurre que alguien te diga a ti o a tus superiores: «me ha servido, me ha ayudado, me ha gustado, se nota que estaba bien preparado…».

En la escena evangélica de hoy, Jesús ha curado «porque sí», sin que se lo hayan pedido siquiera, a diez leprosos.

Ellos sólo reclamaron del Maestro «compasión». Se habrían conformado con que tuviera por ellos un sentimiento de pena, de ternura, de «empatía» con su desgraciada situación.

Lógica consecuencia de su maldita enfermedad que provocaba la indiferencia de la gente, y también odio, rechazo, antipatía, exclusión…

Y es que vivían desterrados de la ciudad, sin contacto con nadie que no fuera un enfermo como ellos, sin recibir ni una caricia, ni una palabra amable, quizá alguna limosna. Había un dicho en tiempo de Jesús:

Cuatro categorías de personas son como los muertos: los pobres, el leproso, los ciegos y los que no tienen hijos”.  Todas las enfermedades eran consideradas un castigo de Dios por los pecados, pero la lepra era el símbolo del pecado mismo.

                  Pues bien: de aquellos diez leprosos sanados… sólo uno se tomó la molestia de regresar «alabando a Dios» a gritos, echándose a los pies de Jesús y dándole gracias. Doble dirección de sus agradecimiento: Dios y Jesús como instrumento suyo. 

          El Maestro se queja: «¿dónde están los otros nueve? ¿Sólo uno ha vuelto para dar gloria a Dios?». Y sólo de él afirma que está salvado. Los diez recibieron el regalo de la curación. Pero sólo uno fue capaz de descubrir detrás de ello la mano de Dios. Para 9 de ellos es «¡qué bien, qué suerte!», a lo mejor «qué majo era aquel Maestro». Pero sólo uno da gloria a Dios. Y de su alabanza y agradecimiento, de ese corazón sensible y de esos ojos creyentes… le ha llegado la salvación.

             Uno recuerda espontáneamente al gran Francisco de Asís, con su canto de alabanza: «Alabado seas mi Señor por el hermano sol, el hermano fuego, la hermana noche, la hermana madre tierra…»

Desgranaba agradecido a Dios mil motivos de alabanza por dones concretos, diarios y frecuentes que descubría por todas partes en su vida. Hasta la muerte era «hermana». Tenía un corazón agradecido.

          En cada Eucaristía, repetimos: «en verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar». Y me vienen unas palabras del Papa Francisco, al comienzo de una misa:

«Doy gracias al Señor y os invito a todos a tener un corazón agradecido.  Mirad qué suerte tenemos para estar aquí juntos, compartir, levantar la mente, el alma, la mirada, volver a soñar juntos, en nombre del Evangelio, en nombre de ese Jesús que vive y reina en todos los corazones que lo escuchan».

Y en otro momento reconocía:: «A mi edad uno comienza a aceptar que la vida le pase la cuenta, es decir que le vaya señalando las personas que lo ayudaron a vivir, a crecer, a ser cristiano, sacerdote, religioso… Y, al reconocer el bien que me han hecho tantas personas, voy gustando cada día más el gozo de ser agradecido».

           Es decir: acudir a celebrar la «Acción de Gracias» (que, como sabéis, es lo que literalmente significa «Eucaristía») supone haberse ido preparando durante la semana, en la oración y en la vida diaria, para ir cultivando ese corazón agradecido.

Traer el alma llena de alabanzas al «Bondadoso Señor» (como decía San Francisco) por sus muchos dones, por sus criaturas, por las personas, por sus múltiples regalos.

Desgranar cada día en los tiempos de oración los mil motivos que los ojos de la fe van descubriendo en lo que pasa y en lo que nos pasa. «Siempre y en todo lugar».

        No es suficiente un «te doy gracias por todo, Señor», dicho así en general». Es mucho mejor y nos hace mayor bien, un agradecimiento sorprendido, concreto (con rostros, momentos  y lugares), sintiéndonos en deuda de corresponder, -aunque sea torpemente- a sus dones.

Al menos reconocerlos. Esto nos ayudará también a ser agradecidos con las personas: valorando sus detalles y esfuerzos, aprendiendo de ellos, y multiplicándolos también nosotros.

Un corazón agradecido abre las puertas de la salvación. Un corazón agradecido tiende puentes y reafirma las relaciones. Un corazón agradecido nos hace mucho mejores.

Y yo tengo tanto que agradecer a Dios. Y tengo tantos con los que estar agradecido y expresarlo…


Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

www.ciudadredonda.org/

Oracion:

Oración a San José

Del papa León XIII

A Vos recurrimos en nuestra tribulación, bienaventurado San José, y después de implorar el auxilio de vuestra Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente vuestro Patrocinio.

Por el afecto que os unió la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, por el amor paternal que profesasteis al Niño Jesús, humildemente os suplicamos que volváis benigno los ojos a la herencia que con su que Jesucristo conquistó con su Sangre y que nos socorráis con vuestro poder en nuestras necesidades.

Proteged, oh prudentísimo Custodio de la Sagrada Familia, el linaje escogido de Jesucristo; preservadnos Padre amantísimo, de todo contagio de error y corrupción, sednos propicio y asistidnos desde el Cielo, poderosísimo Protector nuestro, en el combate que al presente libramos contra el poder de las tinieblas.

Y del mismo modo que, en otra ocasión, librasteis del peligro de la muerte al Niño Jesús, defended ahora a la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y contra toda adversidad.

Amparad a cada uno de nosotros con vuestro perpetuo patrocinio; a fin de que, siguiendo vuestros ejemplos y sostenidos por vuestro auxilio, podamos vivir santamente, morir piadosamente y obtener la felicidad eterna del Cielo. Amén.


Oración al Espíritu Santo

Dirigiéndonos al Espíritu Santo decimos:

“Señor, no puedo orar adecuadamente. Soy débil; soy humano; soy frágil.

Me distraigo con facilidad, pensando en mi mismo y en el mundo.

Pero tu Señor, me llevas más allá de eso.

Ayúdame a rezar debidamente.

Ayúdame a centrarme en el Padre, en el Hijo y en Ti Espíritu Santo, para que mi alma pueda recibir la gracia que está ahí para todos los que rezan.

Amén.


Video de la Semana

Angeles de Dios – Instrumentos de Jesús y María

¿Por qué Dios no da todo lo que pides?

Padre Santillán

   

Adoración Nocturna

Adoración nocturna todos los viernes de 8PM a 8AM.

Lugar: Capilla de Guadalupe

Todos son bienvenidos (pueden enviar un texto a Rafael, con las horas que deseen participar 831-210-2364.)

Night Adoration Is Every Friday 8PM to 8AM in the Guadalupe chapel, everyone is welcomed, (please send a text to Rafael with times you’ll be participating 831-210-2364).

Oración a la Santísima Virgen María

Gracias por ser Santa María.

Gracias por haberte abierto a la gracia,
y a la escucha de la Palabra, desde siempre.
Gracias por haber acogido en tu seno purísimo
a quien es la Vida y el Amor.

Gracias por haber mantenido tu “Hágase”
a través de todos los acontecimientos de tu vida.
Gracias por tus ejemplos dignos de ser acogidos
y vividos.

Gracias por tu sencillez, por tu docilidad,
por esa magnífica sobriedad, por tu capacidad de escucha,
por tu reverencia, por tu fidelidad, por tu magnanimidad,
y por todas aquellas virtudes que rivalizan en belleza
entre sí y que Dios nos permite atisbar en Ti.

Gracias por tu mirada maternal, por tus intercesiones,
tu ternura, tus auxilios y orientaciones.

Gracias por tantas bondades.
En fin, gracias por ser Santa María, Madre del Señor Jesús
y nuestra.
Amén.

MEDITAMOS EL EVANGELIO CON MARIA VALTORTA

Capítulo 91 Primera lección a los discípulos en Nazaret, en un olivar

Capítulo 92. Segunda lección a los discípulos


PARA MEDITAR

Reza esta jaculatoria después de cada decena del Rosario:

«Quiero Atar a mis Hijos a tu Corazón»

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