Mensajes de la Semana: Septiembre 13 del 2020

Evangelio de Jesús13 de Septiembre del 2020

Qué Difícil Es Pedir Perdón Y Perdonar

Después de una lectura reposada del Evangelio de hoy, he sentido la necesidad de mirar para adentro de mí mismo y fijarme con calma en con quiénes me sentía yo distanciado u ofendido, herido, incómodo, molesto… y por qué. Y había más nombres de lo que a primera vista se me habría ocurrido pensar.

He preferido centrarme en cuándo me había sentido últimamente ofendido, por quién y qué efectos y reacciones había producía esa situación en mí. Unas habían tenido un final «feliz», pero otras… ahí seguían enquistadas.

Sé de sobra que buena parte de los conflictos, incomprensiones, enfados y malos rollos que ocurren en medio de la convivencia cotidiana se deben a falta de comprensión (ponerse en la situación del otro) y de comunicación.

En algunas ocasiones me he sentido juzgado y sentenciado, sin que me preguntaran nada, sin intentar aclarar sus impresiones. Lo tenían claro y ya está. (Supongo que a mí me habrá pasado los mismo).

Me sentí mal al pensar que no tenían mucho interés en dialogar y quizás comprender mis razones y sentimientos: la «sentencia» estaba ya puesta. Y tampoco partió de mí la iniciativa de dar alguna explicación. No tuve fuerzas.

Otras veces la tensión y las mañas palabras, y el dejarme a un lado, pasando de mí…  Fue la consecuencia de que alguna de mis decisiones, opiniones o comportamientos no eran compartido, no estaban de acuerdo conmigo.

Es verdad que los de mi tierra (los aragoneses) decimos que «siempre tenemos razón»… pero también es cierto que los de mi tierra y los de todas las tierras no hemos nacido sabiendo buscar puntos algún punto de acuerdo, o el procurar tomarnos un respiro para considerar los puntos de vista del otro con ánimo más sereno…

Cuando más duele es al sentirnos defraudados por aquellos que más te importan, de quienes esperabas un apoyo, un detalle, una llamada, un gesto… Y resultó que no. Esperábamos de ellos otra cosa.

Debieran saber que… podían imaginar que… lo lógico era que… Pero resultó que no.

Cuando ocurren estas situaciones:

  • Una primera tentación/reacción es el aislamiento. Se mete uno en su torre y echa los siete candados.
    Como si te dijeras por dentro: – Pues no quiero saber nada de ellos, no vuelvo a contar con ellos, no vuelvo a abrir la boca, que luego no me vengan a pedirme que…
  • Una segunda tentación tiene que ver con rebuscar en el baúl de los recuerdos razones para el reprochar y el enfadarse. Tiramos de sus errores, defectos y limitaciones como para decirnos por dentro (y tal vez hasta lo soltemos hacia afuera): ¡Pues anda que tú!…
  • Una tercera tentación es la violencia o agresividad. Uno se muestra maleducado, irónico, borde o distante, malhablado… y se enroca y ataca, y hiere, y exagera… Por otro lado, no es raro que ese malestar interior lo paguen otros que nada tienen que ver con el asunto.

El resultado de todo ello es… que te vas sintiendo cada vez peor. Y se encuentra uno con el pasaje evangélico de hoy… y toca poner en marcha la dinámica del perdón. No es nada fácil. Pero no hay alternativa.

Pedir perdón puede significar que reconoces tu error, reconocerse limitado, de barro, y querer confiar de nuevo en el otro… aunque sin saber cómo reaccionará cuando me acerque humildemente. Lo mismo no quiere.

 

El perdón es una decisión personal, pero reconciliarse es cosa de dos.

Puede suponer reconocer que el otro tenía razón. Pero no siempre.

Porque quizá yo tuviera razón (o parte de razón), aunque mis «modos» de expresarme no fueron los adecuados.

Pedir perdón no significa decir que «lo que me has hecho no tiene ninguna importancia».

Pedir perdón no quiere decir que automáticamente se cierren las heridas, que aquí no ha pasado nada y que ya está todo aclarado y ya eres de nuevo mi hermano del alma.

Algunas veces se necesita algo de tiempo, puede que mucho.

No por echar agua oxigenada en una herida, ésta se cura de golpe. Las cicatrices exigen paciencia y cuidados.

Tal vez las cosas nunca vuelvan a ser como antes. Es posible que los problemas sigan ahí.

Pero no por eso hay que pensar que el perdón sea falso o incompleto.

Pedir perdón, según las lecturas de hoy, significa negarse a que los comportamientos de los demás provoquen en mí actitudes y comportamientos que me hacen daño. Porque entonces me han vencido. No les voy a devolver «lo que se merecen». No.

Pedir perdón no es un acto de debilidad o de rendición, sino un acto de fuerza. Porque me enfrento con todo aquello que quiero arrancar de mí, y porque decido tratar a los otros de manera nueva, constructiva, diferente a como he sentido yo tratado.

Y sobre todo pedir perdón es la consecuencia de haber experimentado yo mismo el perdón.

Es decir, verme acogido y querido a pesar de mis errores y limitaciones, y dejándome la posibilidad de que cambie lo que sea, si es que soy capaz.

Esto es algo que nos hace experimentar Dios cada vez que somos sinceros con nosotros mismos, y como un pobre, sin poderlo exigir, solicitamos a Dios que espere, que ya cambiaremos, que nos hemos propuesto ser mejores… y él nos dice:

¡Deuda cancelada! ¡Se acabó! Empieza de nuevo y no te acuerdes más de todo eso que tanto de duele y avergüenza.

Y por eso mismo nos vemos capaces de hacerlo experimentar a otros.

El perdón se convierte en una dinámica contagiosa cuando nosotros procuramos acoger, comprender y acompañar al otro a pesar de todo… simplemente porque lo queremos y es nuestro hermano. Y porque lo han hecho también conmigo.

Seguramente nos falta experimentar con más frecuencia el perdón de Dios, para sentirnos con más necesidad de perdonar.

Los fariseos eran tan perfectos y autoexigentes que eran incapaces de compasión y misericordia.


Don Perfecto siempre machaca a los Imperfectos.

Y don Perfecto siempre está cegato, porque Perfecto sólo es Dios. Y esa perfección le hace misericordioso.

Tal vez debiéramos procurar repartir generosamente nuestro perdón, para que nos sintamos más reconciliados e instrumentos de reconciliación y de paz.

El mundo necesita perdón, reconciliación, encuentro, diálogo. Y los discípulos de Jesús debemos hacerlo más que nadie. Empezando por la propia familia, que a veces es lo más difícil.


Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
ciudadredonda.org

Natividad de la Virgen María

Oración de confianza a la Natividad de la Virgen

¡Qué grande gozo e incomparable alegría debe tener todo el mundo el día de tu sagrado nacimiento, ¡oh niña benditísima! pues con la luz que tú, como alba divina, le trajiste, se bañó de nueva claridad y comenzó a respirar!

A toda la Santísima Trinidad alegraste con tu nacimiento; al Padre por haber nacido su dulce esposa, al Hijo porque habías de ser su Madre, y al Espíritu Santo porque eras su templo, y por su virtud habías de concebir en tu vientre virginal al Verbo Eterno.

Los santos patriarcas vieron en este día cumplidos sus deseos; los profetas acabadas aquellas sombras y figuras debajo de las cuales tantas veces te dibujaron y pintaron, los ángeles su Reina y Señora, y los hombres de honra, ornamento y gloria de todo el linaje humano; y finalmente, todos los judíos y gentiles, justos y pecadores tienen hoy causa de particular regocijo, por haber salido a luz la que había de darnos al que es luz y vida del mundo.

Tú, niña gloriosa, naciste hoy la más linda, la más bella y hermosa y más adornada de gracias que ninguna pura criatura. Porque así como tu precioso Hijo te fue muy parecido en el ser natural como hijo a su madre, así tú fuiste muy semejante a tu Hijo en el ser de gracia, en la cual él era nuestro Padre; y así convino que en el alma y en el cuerpo no hubiese cosa criada que contigo se pueda comparar.

Tú eres la segunda Eva y madre de los vivientes que vivirán para siempre, tú, más dichosa que Sara, más prudente que Rebeca, más hermosa que Raquel, más fecunda que Lía, más excelente que María hermana de Moisés y Aarón, más sabia que Débora, más fuerte que Judith, más graciosa que Ester, más humilde que Abigail, más casta que Susana.

Porque eres aquella mujer vestida de sol y coronada de estrellas, que tiene la luna debajo de sus pies, y aquel santuario que Dios hizo para habitar en él, y aquel arca fabricada de madera de Setin, y forrada por dentro de oro purísimo, que son todas las virtudes con las que Dios te adornó.

Dios te salve, María suavísima, hija eres de Eva, más para reparar las miserias de Eva; hija eres de hombre, más madre de Dios; virgen eres, más no sin fruto; fecunda eres, más sin detrimento de tu pureza virginal.

Dios te salve, Virgen sacratísima, tálamo del Esposo celestial, templo de la sapiencia increada, sagrario del Espíritu Santo, huerto de delicias, paraíso de deleites, vena de aguas vivas, y depositaria de todas las gracias y dones de Dios, y singular entre todas las criaturas; pues no hay cosa que se iguale a ti, y todo lo que tiene ser está sobre ti o debajo de ti, porque Dios solamente es sobre ti, y todo lo que no es Dios está debajo de ti.

Desde este punto y desde esta hora en que saliste al mundo para bien del mundo yo te reconozco y tomo por Señora mía, y te doy el parabién y vasallaje como a Reina soberana del cielo y de la tierra, y madre de mi Señor Jesucristo.

Tú, Virgen purísima y niña sacratísima, tómame por esclavo perpetuo y de tu Hijo benditísimo, para que yo, con verdadero y santo gozo, me goce hoy de tu glorioso nacimiento.

Amén.

Maria y la Euaristia

Oración del Papa por el Coronavirus

“Oh María, Tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.

Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación del pueblo romano, sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros que proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección. Amén.

Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios.

No desprecies nuestras súplicas que estamos en la prueba y libéranos de todo pecado, o Virgen gloriosa y bendita”.

Adoración Nocturna

Adoración nocturna todos los viernes de 9PM a 8AM.

Lugar: Capilla de Guadalupe

Todos son bienvenidos (pueden enviar un texto a Rafael, con las horas que deseen participar 831-210-2364.)

Night Adoration will begin June 14th, every Friday 9PM to 8AM in the Guadalupe chapel, everyone is welcomed, (please send a text to Rafael with times you’ll be participating 831-210-2364).

ORACIONES ENSEÑADAS POR EL ANGEL:

¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te aman! (Tres veces).

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes con los que El es ofendido.

Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pecadores.

(Los niños rezaban estas dos oraciones de rodillas y con la frente inclinada hacia el suelo)


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