Posponer para mejor amar
El evangelio de hoy comienza con unas palabras enigmáticas, casi escandalosas, que parecen contradecir, no sólo el espíritu del evangelio mismo, centrado todo él en el mandamiento nuevo del amor, sino, incluso, los (viejos) mandamientos de la ley de Dios, que, en el cuarto de ellos, nos mandan honrar padre y madre.
Al exponer las condiciones para ser discípulos suyos, Jesús dice que para ello es preciso “odiar” a padre, madre, mujer (marido), hijos, hermanos y hermanas, incluso a sí mismo.
Es verdad que el texto en español que hemos leído está edulcorado, y no dice “odiar”, sino “posponer”.
Si leemos diversas traducciones de este pasaje, podemos encontrar términos tan variados como “odiar” (así, por ejemplo, la Biblia de Jerusalén), posponer, despreciar, etc. La versión griega usa, de hecho, el verbo “miseo”, que significa literalmente odiar.
¿Es que la fe y el amor a Jesús y a Dios conllevan un conflicto con las relaciones humanas, precisamente, las más inmediatas, de modo que elegir la fe y el amor a Dios implica renunciar o, al menos, dejar en segundo plano aquellas?
En realidad, parece que detrás del verbo “odiar” usado por Lucas se esconde una insuficiencia del arameo subyacente, que carece del matiz que nosotros expresamos en el verbo “preferir”.
Esta forma de entender ese extraño “odiar” (o “aborrecer”, o “posponer”) lo confirma la versión de este pasaje en el Evangelio de Mateo, que se expresa positivamente: “el que ama a su padre o a su madre, o a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí” (10, 37).
Efectivamente, Jesús nos llama a una elección radical y sin componendas, que significa ponerlo a él absolutamente en el primer lugar, en la cumbre de los afectos y de las preferencias.
Sólo de esta forma radical y sin medias tintas es posible seguirle de verdad, ser realmente discípulo suyo.
Pero esta preferencia radical y exclusiva, que conlleva “posponer” hasta los lazos afectivos más inmediatos, no significa una disminución o debilitación del amor que debemos a los nuestros, a nuestros padres, hermanos, mujeres o maridos, hijos, etc.
Al contrario, la elección absoluta a favor de Jesús como nuestro único Señor y Maestro sana, purifica y fortalece nuestra capacidad de amar a todos, y también a los más cercanos, porque le da una medida nueva.
Esa medida es, precisamente, el mismo Cristo y el amor con que nos ha amado: en él la medida del amor es el amor sin medida.
La apostilla “incluso a sí mismo” (en otras traducciones se dice “incluso a su propia vida”) aclara esto último: es Cristo el que ha despreciado su propia vida, al entregarla en la Cruz por nosotros.
De ahí, también, la alusión a la Cruz: para caminar en pos de Jesús y ser discípulo suyo es preciso aceptar y tomar la cruz. Y esto no significa otra cosa que la disposición a amar hasta la entrega total de la propia vida.
Amar dando la vida (despreciando la propia vida) significa tomar la decisión de amar sin condiciones, de poner el amor por encima de cualesquiera intereses, aficiones, valores que puedan disputarle a la fuente del amor (que es el mismo Cristo) el primer puesto en nuestros afectos, en el “ordo Amoris” de nuestro corazón.
Preferir a Jesús de manera exclusiva y sin componendas es conectarse a la fuente del amor verdadero, el mismo Dios.
Es cierto que todo amor humano viene de Dios. Pero todos sabemos hasta qué punto el amor humano está herido, enfermo, debilitado y condicionado por el egoísmo, y, por tanto, dificultado por múltiples intereses, aficiones y valores que rivalizan continuamente en nosotros por ese “primer puesto” que Jesús reclama para sí.
Y esta anemia de nuestros amores se manifiesta también en las relaciones más cercanas e inmediatas.
¡Cuántas veces los propios padres se quitan de encima a sus hijos pequeños, que les reclaman atención y amor, poniéndoles una película de dibujos en la tablet para que no les molesten mientras, por ejemplo, ven un partido de fútbol o se dedican a leer el periódico!
Muchos matrimonios acaban mal por la incapacidad de tomar sobre sí la cruz de las inevitables limitaciones y defectos del otro. Muchos vínculos familiares se rompen por disputas ideológicas o económicas, a veces por grandes herencias, a veces por cuatro perras miserables…
Poner a Jesús en el primer lugar y preferirle por encima de todo significa valorar más el tesoro de la relación, de los vínculos familiares, de la amistad, etc., que nuestras aficiones o ideas particulares, la razón que creemos tener, o la fortuna grande o pequeña que tanto nos tienta, pero que no nos podremos llevar a la tumba.
Ahora podemos entender también, por qué Jesús, al final de su llamada a una elección radical para ser sus discípulos, incluye además la renuncia a todos los bienes.
No significa esto que todos, ni siquiera la mayoría, hayan de despojarse de todo lo que tienen para poder ser cristianos, sino que también debemos anteponer nuestra fe en Jesús a todo interés material, a todo egoísmo que grava e impide nuestra capacidad de amar.
El seguimiento de Cristo es una empresa que merece ser ponderada con cuidado. Emprenderla sin la disposición necesaria, pretendiendo compaginar la fe con actitudes y formas de relación incompatibles con ella, es iniciar un camino a ninguna parte, afrontar una batalla perdida de antemano.
Si para construir torres y ganar batallas hay que contar con los medios adecuados, también para poder llegar a ser verdaderos discípulos de Jesús tenemos que estar dispuestos a hacer acopio de los medios necesarios, cultivando en nuestra vida las actitudes acordes con la fe que profesamos.
En realidad, la adquisición de estos medios puede hacerse sólo en contacto vivo con el Maestro, que nos los enseña, y con su gracia y nuestra cooperación los va haciendo crecer en nosotros.
No se puede aprender a tomar la propia cruz más que en la escuela de Aquel que entregó su vida en la Cruz; no es posible preferir a Cristo antes que la propia vida más que si estamos vitalmente vinculados por la fe, la oración y los sacramentos con el que despreció su propia vida por amor nuestro.
Algo de esto nos enseña Salomón en la primera lectura.
Él, considerado el hombre más sabio de su tiempo, tiene que reconocer que todos los conocimientos humanos, filosóficos o científicos, que con gran esfuerzo y no pocos errores vamos acumulando, no se pueden comparar con la sabiduría que Dios otorga a los que están abiertos a su enseñanza, y que sólo de Él es posible recibir, la sabiduría que salva, la sabiduría del amor.
Jesús es el Maestro de esta sabiduría, que Dios nos ha enviado. ¡Cuantos cristianos sencillos, no especialmente formados, hacen gala de una sabiduría vital, fruto de una fe sinceramente vivida, que grandes especialistas, con muchos títulos académicos, son incapaces de alcanzar!
La sabiduría de Salomón se expresa mejor que en los libros que leyó o que escribió, en el humilde reconocimiento de las limitaciones de su razón y sus conocimientos.
Decíamos al principio que esa aparente contradicción entre amar a Cristo y a los propios se resuelve cuando entendemos que preferir a Jesús es el mejor modo de amar de verdad y sin egoísmo a padres, hijos y hermanos.
Al leer la carta de Pablo a Filemón, esa joya de la primera generación cristiana, entendemos, además, que gracias a esa preferencia por Cristo nuestra capacidad de amar se amplía infinitamente, supera toda barrera y alcanza a todos.
En Cristo, el Hijo de Dios, comprendemos que todos los hombres, sin excepción, son de verdad, sin metáforas, hermanos nuestros.
Sin grandes proclamas ni manifiestos (de esos que tanto gustan hoy, pero que suelen quedarse en papel mojado) contra la monstruosa inhumanidad de la esclavitud, Pablo se limita a descubrirle a su amigo y discípulo Filemón que Onésimo, su esclavo, su propiedad, es, en realidad, hermano suyo en Cristo.
Sin solemnes alardes ideológicos, Pablo había lanzado la carga de profundidad que habría de terminar con esa institución odiosa y contraria al plan de Dios.
Y ahí vemos con toda claridad, con toda su fuerza, hasta qué punto preferir a Cristo por encima de todo es el mejor modo de amar a todos con un amor puro y un corazón indiviso, de superar barreras y conflictos, de poner las bases de un mundo nuevo y fraterno.
por José María Vegas, cmf
Oracion:
Oración a San José
Del papa León XIII
A Vos recurrimos en nuestra tribulación, bienaventurado San José, y después de implorar el auxilio de vuestra Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente vuestro Patrocinio.
Por el afecto que os unió la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, por el amor paternal que profesasteis al Niño Jesús, humildemente os suplicamos que volváis benigno los ojos a la herencia que con su que Jesucristo conquistó con su Sangre y que nos socorráis con vuestro poder en nuestras necesidades.
Proteged, oh prudentísimo Custodio de la Sagrada Familia, el linaje escogido de Jesucristo; preservadnos Padre amantísimo, de todo contagio de error y corrupción, sednos propicio y asistidnos desde el Cielo, poderosísimo Protector nuestro, en el combate que al presente libramos contra el poder de las tinieblas.
Y del mismo modo que, en otra ocasión, librasteis del peligro de la muerte al Niño Jesús, defended ahora a la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y contra toda adversidad.
Amparad a cada uno de nosotros con vuestro perpetuo patrocinio; a fin de que, siguiendo vuestros ejemplos y sostenidos por vuestro auxilio, podamos vivir santamente, morir piadosamente y obtener la felicidad eterna del Cielo. Amén.
Oración al Espíritu Santo
Dirigiéndonos al Espíritu Santo decimos:
“Señor, no puedo orar adecuadamente. Soy débil; soy humano; soy frágil.
Me distraigo con facilidad, pensando en mi mismo y en el mundo.
Pero tu Señor, me llevas más allá de eso.
Ayúdame a rezar debidamente.
Ayúdame a centrarme en el Padre, en el Hijo y en Ti Espíritu Santo, para que mi alma pueda recibir la gracia que está ahí para todos los que rezan.
Amén.
Video de la Semana
Una Madre No Se Cansa de Esperar – Instrumentos de Jesús y María
¿Correspondes al amor de Dios o eres de los que se convierten en Parásitos?
Padre Santillán
Adoración Nocturna
Adoración nocturna todos los viernes de 8PM a 8AM.
Lugar: Capilla de Guadalupe
Todos son bienvenidos (pueden enviar un texto a Rafael, con las horas que deseen participar 831-210-2364.)
Night Adoration Is Every Friday 8PM to 8AM in the Guadalupe chapel, everyone is welcomed, (please send a text to Rafael with times you’ll be participating 831-210-2364).
Oración a la Santísima Virgen María
Gracias por ser Santa María.
Gracias por haberte abierto a la gracia,
y a la escucha de la Palabra, desde siempre.
Gracias por haber acogido en tu seno purísimo
a quien es la Vida y el Amor.
Gracias por haber mantenido tu “Hágase”
a través de todos los acontecimientos de tu vida.
Gracias por tus ejemplos dignos de ser acogidos
y vividos.
Gracias por tu sencillez, por tu docilidad,
por esa magnífica sobriedad, por tu capacidad de escucha,
por tu reverencia, por tu fidelidad, por tu magnanimidad,
y por todas aquellas virtudes que rivalizan en belleza
entre sí y que Dios nos permite atisbar en Ti.
Gracias por tu mirada maternal, por tus intercesiones,
tu ternura, tus auxilios y orientaciones.
Gracias por tantas bondades.
En fin, gracias por ser Santa María, Madre del Señor Jesús
y nuestra.
Amén.
MEDITAMOS EL EVANGELIO CON MARIA VALTORTA
Capítulo 81. En el vado del Jordán con los pastores
Capítulo 82. En Jericó
PARA MEDITAR
Reza esta jaculatoria después de cada decena del Rosario:
«Quiero Atar a mis Hijos a tu Corazón»