Mensajes de la Semana: Septiembre 6 del 2020

Evangelio de Jesús6 de Septiembre del 2020

Tu «Hermano»

 Si tu hermano… has salvado a tu hermano.

Al leer estas palabras del Evangelio, me ha venido a la cabeza la parábola del hijo pródigo, cuando el hijo/hermano mayor, hablando con su padre, se refiere al pequeño como «ese hijo tuyo».

Como cuando el hijo de cualquier familia ha hecho algo indebido, y uno de los padres se dirige al otro diciendo: «tu hijo…», como si fuera sólo «hijo del otro» y no propio.

Cuando alguien comienza una frase así «ese hijo tuyo»…. ya se sabe que lo que sigue no son alabanzas ni parabienes.

Por eso, lo primero que responde el padre de aquella parábola al reproche de ese hijo mayor obediente, intachable y…. ¡también bastante desagradable! es: «tu hermano…».

Nos gusta mucho estar en casa como «hijos únicos», sentirnos dueños de la casa, y con derechos adquiridos sobre el padre y su herencia… y el «hermano» que vuelve me estorba, y no pocas veces el que está en casa, que no se ha ido, también.

Esto que podría llamarse el «síndrome del hijo único», el que no quiere reconocer en el otro a un hermano, y tiene una buena lista de razones para distanciarse de él… es tan viejo como Caín.

Ya recordáis que Yahweh le preguntaba por su hermano, y aquél le respondía: «¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?»

Esta palabra «hermano» me da mucho que pensar. Con frecuencia los predicadores se dirigen a los fieles con estas palabras: «Queridos hermanos» (incluso «queridísimos»).

A mí sinceramente no me sale. Y no porque no quiera a las personas, y a bastantes las sienta como hermanas, pero es que decir en general «queridos» a personas que desconozco del todo, y «hermanos» a personas con las que ni siquiera me he saludado alguna vez… me parece un poco vacío, o desgastar de contenido palabras muy valiosas.

Aunque quizá podría servirme para recordar que tengo/tenemos/hay… en nuestra Iglesia y en nuestras iglesias…. una tarea pendiente: vivirnos como hermanos, que el otro me importe y me implique como un auténtico hermano.

Nuestra cultura individualista e insolidaria (y cada vez lo es más), así como el peso de cultural de los últimos siglos… nos empujan a vivir la fe como un asunto privado, individualista, por muchos padres «nuestros» que recemos.

La Reforma Litúrgica del Concilio Vaticano II quiso remar contracorriente de esta mentalidad.

Por ejemplo quitó de en medio esa poco afortunada oración «Señor mío Jesucristo», donde el dolor de los pecados viene de que «podéis castigarme con las penas del infierno», y la sustituyó por otra en la que confesamos «ante Dios todopoderoso y ante vosotros hermanos que he pecado mucho», por eso ruego a Santa María, los ángeles, los santos, y a VOSOTROS HERMANOS, que intercedáis por mí».

Importante afirmación, en línea con las lecturas de hoy: La conversión personal necesita de la intercesión, mediación, ayuda, de los hermanos (¡y de todos los santos del cielo!): yo solo poco puedo conseguir.

Insisto: mi conversión, mi lucha con el pecado, el perdón que Dios me ofrece por mi arrepentimiento depende en parte de «vosotros hermanos», de que recéis por mí, de que me ayudéis.

Como también pedimos en plural, comunitariamente: Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo… ten piedad de NOSOTROS. Por no olvidar el  «perdónanos… como nosotros perdonamos»…

Sin embargo nos sigue ocurriendo lo de aquel fariseo de la parábola, que a pesar de que estaba nada menos que en el Santo Templo hablando con Dios, miraba de reojo al que estaba bastante más atrás, con evidente desprecio y sentimiento de superioridad, juzgándolo, y condenándolo (incluso con razones teológicas: ¡era un publicano!)… sin sentirse para nada afectado o implicado por su suerte, por su condición.

No se le ocurre acercarse, interesarse, ofrecerle alguna palabra de ánimo o misericordia, ¡lo que sea! Aquel fariseo había privatizado a Dios y lo tenía ganado en exclusiva gracias a su comportamiento impecable.

Al menos es lo que él se creía, porque dice Jesús que «ni fue escuchado en su oración».

Demasiadas veces eso que llamamos «comunidad» lo hemos convertido en una especie de autoservicio para cubrir mis necesidades personales, sin poner de nuestra parte lo que podamos para que sea una auténtica familia con relaciones cercanas, en donde nos interesemos por el otro.

Desconocemos los nombres de los que viven la fe con nosotros, sentados cerca en la misma iglesia y en la misma misa, y con los que nos ponemos en la misma fila para ir a comulgar.

Y no es nada raro que los fieles desconozcan el nombre de sus pastores: quién celebra esa misa a la que suelen venir, o quién les confiesa, o les lleva la comunión a casa, o… Nos sentamos en los bancos de la iglesia separados, a distancia (bueno, ahora es obligatorio por cuestiones sanitarias).

Algunos evitan dar la paz (ya antes de que hubiera coronavirus) al de al lado, y más si tienen que desplazarse un poco para hacer ese gesto de reconciliación fraterna.

También algunos, bastantes, ¡no todos! (no es justo generalizar ni exagerar) rezan «para dentro», casi ni se les oye, sin darse cuenta que la oración litúrgica es de una asamblea que ora «a una sola voz», unánimes.

Debiera ser lo más natural estar al tanto de las necesidades (de Cáritas, pastorales, etc), los proyectos, las actividades programadas, las cuentas de su «comunidad cristiana».

Aportar, sugerir, revisar, proponer… incluso exigir cuando esas cosas faltan. Pero también felicitar, agradecer… algunos sólo se hacen notar cuando algo les desagrada.

¿Cómo debiera ser una comunidad de hermanos, tal como la soñó Jesús, tal como eran las primeras comunidades cristianas?

Pues encuentro chispazos de luz para responder a esa pregunta… cuando algún «hermano» (aquí sí me sale la palabra) se te acerca y te dice: «reza por mí que lo estoy pasando mal; tenme presente en la Eucaristía para que el Señor me ayude a tomar una decisión».

Qué bien me siento cuando alguien se ofrece: si algún sin-papeles necesita ayuda, yo quizá podría echarle una mano…

Qué bien me hace cuando alguna persona (un «hermano») te dice: si hay por la zona alguna persona mayor muy sola que necesite alguna ayuda o compañía (gratis, claro), yo estoy disponible.

Recuerdo a cierto«hermano» que me decía: si hay alguna persona auténticamente necesitada de comida, me la envía a mi Supermercado, y le lleno el carro con productos que en pocos días acabarán en la basura, pero que aún están bien.

Padre, si quiere mandarme algún necesitado al bar… un bocata y un café no le van a faltar. Hágalo con toda confianza…

Me ofrezco a pagar los libros del colegio de alguna familia con dificultades económicas…

Cuando esto no es así, cuando estos casos son más bien excepciones, lo de la «corrección fraterna» se vuelve misión imposible. Porque la corrección ha de ser «fraterna».

El mensaje de Jesús y del Profeta Ezequiel subrayan con claridad que si mi «hermano» anda perdido, me tiene que preocupar, me tiene que doler, me tengo que sentir urgido a «ganármelo» (mejor traducido que «salvarlo», según el texto litúrgico) como sea.

No me puedo reunir «en el nombre del Señor«, sin hacer mía su inquietud por la oveja que se perdió, por el hijo que no está en casa…

No podemos celebrar auténticamente la Eucaristía, sacramento de la fraternidad/unidad, si no hay experiencia de fraternidad, de «comunión»,  y la cosa queda reducida a «oír» o «asistir a misa».

«Sabrán que sois mis discípulos por el amor que os tenéis unos a otros«. No por abarrotar un templo, o seguir escrupulosamente los ritos litúrgicos, o…

Considero que una de las tareas más urgentes de nuestra Iglesia (diócesis, parroquias, etc) es buscar medios y gastar todas las energías necesarias para que seamos comunidades de hermanos, que digan algo significativo a esta generación tan sedienta y necesitada de ternura, cercanía y comunicación profunda.

«Mirad cómo se aman, se ayudan, comparten, se apoyan, se acompañan, disciernen juntos… Luego ya vendrá el plantearnos como hacer una corrección «fraterna».


Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
ciudadredonda.org

Natividad de la Virgen María

Oración de confianza a la Natividad de la Virgen

¡Qué grande gozo e incomparable alegría debe tener todo el mundo el día de tu sagrado nacimiento, ¡oh niña benditísima! pues con la luz que tú, como alba divina, le trajiste, se bañó de nueva claridad y comenzó a respirar!

A toda la Santísima Trinidad alegraste con tu nacimiento; al Padre por haber nacido su dulce esposa, al Hijo porque habías de ser su Madre, y al Espíritu Santo porque eras su templo, y por su virtud habías de concebir en tu vientre virginal al Verbo Eterno.

Los santos patriarcas vieron en este día cumplidos sus deseos; los profetas acabadas aquellas sombras y figuras debajo de las cuales tantas veces te dibujaron y pintaron, los ángeles su Reina y Señora, y los hombres de honra, ornamento y gloria de todo el linaje humano; y finalmente, todos los judíos y gentiles, justos y pecadores tienen hoy causa de particular regocijo, por haber salido a luz la que había de darnos al que es luz y vida del mundo.

Tú, niña gloriosa, naciste hoy la más linda, la más bella y hermosa y más adornada de gracias que ninguna pura criatura. Porque así como tu precioso Hijo te fue muy parecido en el ser natural como hijo a su madre, así tú fuiste muy semejante a tu Hijo en el ser de gracia, en la cual él era nuestro Padre; y así convino que en el alma y en el cuerpo no hubiese cosa criada que contigo se pueda comparar.

Tú eres la segunda Eva y madre de los vivientes que vivirán para siempre, tú, más dichosa que Sara, más prudente que Rebeca, más hermosa que Raquel, más fecunda que Lía, más excelente que María hermana de Moisés y Aarón, más sabia que Débora, más fuerte que Judith, más graciosa que Ester, más humilde que Abigail, más casta que Susana.

Porque eres aquella mujer vestida de sol y coronada de estrellas, que tiene la luna debajo de sus pies, y aquel santuario que Dios hizo para habitar en él, y aquel arca fabricada de madera de Setin, y forrada por dentro de oro purísimo, que son todas las virtudes con las que Dios te adornó.

Dios te salve, María suavísima, hija eres de Eva, más para reparar las miserias de Eva; hija eres de hombre, más madre de Dios; virgen eres, más no sin fruto; fecunda eres, más sin detrimento de tu pureza virginal.

Dios te salve, Virgen sacratísima, tálamo del Esposo celestial, templo de la sapiencia increada, sagrario del Espíritu Santo, huerto de delicias, paraíso de deleites, vena de aguas vivas, y depositaria de todas las gracias y dones de Dios, y singular entre todas las criaturas; pues no hay cosa que se iguale a ti, y todo lo que tiene ser está sobre ti o debajo de ti, porque Dios solamente es sobre ti, y todo lo que no es Dios está debajo de ti.

Desde este punto y desde esta hora en que saliste al mundo para bien del mundo yo te reconozco y tomo por Señora mía, y te doy el parabién y vasallaje como a Reina soberana del cielo y de la tierra, y madre de mi Señor Jesucristo.

Tú, Virgen purísima y niña sacratísima, tómame por esclavo perpetuo y de tu Hijo benditísimo, para que yo, con verdadero y santo gozo, me goce hoy de tu glorioso nacimiento.

Amén.

Maria y la Euaristia

Oración del Papa por el Coronavirus

“Oh María, Tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.

Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación del pueblo romano, sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros que proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección. Amén.

Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios.

No desprecies nuestras súplicas que estamos en la prueba y libéranos de todo pecado, o Virgen gloriosa y bendita”.

Adoración Nocturna

Adoración nocturna todos los viernes de 9PM a 8AM.

Lugar: Capilla de Guadalupe

Todos son bienvenidos (pueden enviar un texto a Rafael, con las horas que deseen participar 831-210-2364.)

Night Adoration will begin June 14th, every Friday 9PM to 8AM in the Guadalupe chapel, everyone is welcomed, (please send a text to Rafael with times you’ll be participating 831-210-2364).

Alma de Cristo

Alma de Cristo, santifícame.

Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti,
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.

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Mensajes de la Semana: Agosto 30 del 2020

Evangelio de Jesús30 de Agosto del 2020

Lo Podemos Saber De Dios

 Según nos dice la Escritura: Nadie ha visto jamás a Dios (Jn 1,14) ni puede ver a Dios (Colosenses 1,15), quizá con la excepción de Moisés, que hablaba con Dios cara a cara (Éxodo 33, 11). Y por supuesto el Hijo único de Dios que estaba en el seno del Padre (Jn 1,18).

Todo el Antiguo Testamento está lleno de oraciones y deseos de «ver el rostro de Dios», como ese bellísimo Salmo de hoy: «mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua».

Son palabras fuertes: la sed crea un estado de intranquilidad, desasosiego y angustia… Y la ansiedad, que según el diccionario es angustia que suele acompañar a muchas enfermedades y que no permite sosiego a los enfermos.

No es, por tanto, simple curiosidad o un planteamiento intelectual, sino una necesidad vital que afecta a muchas personas (¿a todas?). ¿Tienes verdaderas ansias, sed de Dios?

La Biblia, que es «revelación» de Dios, nos ayuda para conocer verdaderamente a Dios, su «rostro».

No hace discursos ni razonamientos sobre él. Pero sí nos ofrece el testimonio, la experiencia de hombres y mujeres que han tenido una especial relación con Él… de modo que nos ayuden a interpretar y reconocer la nuestra.

Claro que todas suponen un fuerte componente «subjetivo», y por eso unas y otras se enriquecen y complementan.

Hoy nos encontramos con una de esas experiencias, peculiar, intensa, apasionada e incluso un poco «blasfema». Se trata del Profeta Jeremías.

 Un Dios Seductor

No estamos nada acostumbrados a su lenguaje para hablar de su relación con Dios: «me sedujiste«, y «me has podido«.

Es el lenguaje del amor y del sexo, de la pasión, de la seducción. Dios se comporta como un conquistador, como un galán, capaz de usar todas sus tretas y artimañas para enamorar a quien se propone.

Según nos describe el diccionario, seducir es: «Persuadir a alguien con argucias o halagos para algo, frecuentemente malo. Atraer físicamente a alguien con el propósito de obtener de él una relación sexual. Embargar o cautivar el ánimo a alguien».

Y el profeta se dejó seducir por ese Dios seductor. Está recordando su «amor primero», allá cuando contaba unos 24 años. Y su corazón quedo «apresado», tanto… que nunca llegaría a casarse.

Es bello y atrevido este lenguaje, y nos puede ayudar a reformular nuestra propia experiencia de fe, una fe que es amor. También el Señor ha procurado enamorarnos, nos ha ido haciendo regalos, nos ha acariciado el alma, nos ha hecho sentir su cariño y compañía.

Tal vez recordemos la fe de nuestra infancia y adolescencia u otros momentos de la vida de cada uno: cuando la oración era sencilla y habitual, cuando no teníamos dudas ni inquietudes, cuando no habíamos pasado por el desierto del sufrimiento, cuando tuvimos nuestros primeros amores, quizá el día de nuestra Confirmación o matrimonio… cuando nos llenamos de buenos propósitos y de generosos compromisos. Cuando nos sentíamos bien con él y con los otros.

Pero después… llega la queja, la decepción, la protesta:«me forzaste y me pudiste».

Es el sentimiento de haberse sentido engañado: ¡Ah! Yo no pensaba que eso de estar con Dios iba a traerme sufrimiento, que me tocaría ir contracorriente, que iba a traerme el rechazo de los míos, que incluso se iban a burlar de mí y a encerrarme en un pozo oscuro.

A Jeremías no le agrada en absoluto tener que ser Testigo del Amor, ir a contar a otros lo que siente en su interior… y encontrar rechazo.

 El Camino De La Huida… Imposible

Entonces viene la huida: Me dije ‘no me acordaré más de él, no hablaré más en su nombre’…

Es parte del proceso de la fe. Puede que no lo hayamos dicho con estas mismas palabras, pero no es infrecuente intentar olvidarse, abandonar, renunciar a esta relación como si fuera tóxica:

«No quiero saber más de Dios, voy a montarme la vida como si no existiera, ¡vaya ganas de complicarme la vida!; esa Palabra de la Escritura me estorba, me pincha, me fastidia…», y hemos buscado otros amores, otros caminos más cómodos o llevaderos.
Pero Jeremías no lo consigue aunque se lo proponga. La clave está en la «PALABRA».

Todo lo que Dios le había dicho le había llegado al fondo del corazón y allí se había quedado. Nosotros pocas veces nos ponemos «a tiro» de la Palabra de Dios de esta forma.

María, la madre de Jesús, sí lo hizo… y llegó a ser la mujer fuerte que salió adelante de todas las dificultades.

Cuando dejamos que esa Palabra entre al fondo de nuestra mente, corazón y vida… se convierte, según experiencia del profeta en, «fuego ardiente en las entrañas»; intentaba contenerla y no podía, se le salía, le desbordaba.

Y es que Dios había sembrado la semilla de su Palabra en las «entrañas», donde puede ser fecunda. Como dice la Carta a los Hebreos:  «La palabra de Dios es viva y eficaz y más aguda que espada de dos filos; ella penetra hasta la división del alma y del espíritu… y es capaz de juzgar los sentimientos y los pensamientos» (Hb 4,12).

Ese fuego ardiente tenía tres focos: su exquisita sensibilidad y tendencia a la ternura y a la bondad, que le hacían muy desagradable ser profeta de calamidades; su enamoramiento del pueblo al que amaba con toda su alma; y su adhesión y entrega incondicional a su Dios, que le había seducido sin remedio, y del que dice  «Pero Yahvé está conmigo, cual campeón poderoso» (Jr 20, 11).

Cuando en la Liturgia de la Palabra nos proclaman «Palabra de Dios», se quiere subrayar y recordar que Dios nos ha hablado, que Dios se ha hecho presente por medio de su Palabra proclamada…

Y respondemos: «te alabamos, Señor»: Agradecemos haberte escuchado, conocer tu voluntad… y ahora nos toca meterla en las entrañas y darle respuesta con nuestra vida.

Jeremías no puede olvidarse de Dios, no es capaz de prescindir de él, no puede callar su Palabra.

Y tendrá que aprender que la felicidad y el amor, y la entrega a Dios (la misión/vocación) pasan por momentos de amargura y soledad, que Él no nos evita el sufrimiento, el rechazo, el dolor, y el fracaso. Por tanto hay que confiar en que saldremos campeones con él… al final

 Pensar Como Dios

Es muy oportuno tener en cuenta lo que Pablo nos dice en la Segunda Lectura: no siempre lo que sentimos dentro es Palabra de Dios. Se nos cuelan muchas otras cosas, y podemos ser presas de nuestras ideas fijas, de nuestros intereses, de nuestros fanatismos, de las expectativas ajenas…

Y nos avisa: «Transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto«. Discernir, discriminar, purificar, acrisolar para que nuestras palabras y opciones respondan a las de Dios… Y no a las de Satanás.

Pedro nos lo explicaría muy bien. Con su mejor buena voluntad, no le cabe en la cabeza que el amor de Jesús por su pueblo, su enfrentamiento con las autoridades religiosas, sus denuncias contra la injusticia, su ponerse de parte de los débiles… le lleven al fracaso y a la cruz.

Y trata de «corregir» y marcarle el camino a Jesús, ponerse por delante. Cuando lo suyo es «seguirle», ir detrás de él.

La cruz de la que habla Jesús (la suya y la nuestra) será la consecuencia de vivir con ardor y entrega la Palabra de Dios (mejor no llamar «cruces» a otras cosas que poco tienen que ver con ésta).

No necesitamos buscarla: nos la echarán encima. Fue la experiencia de Jeremías y de los profetas, y será la de Jesús, y de los que le seguimos.

Pretender contentar a la gente, pretender huir de los conflictos, pretender autoafirmarnos en nuestros intereses, pretender poner a salvo la propia vida siendo infieles al amor primero de Dios… significa perderse:

«Piensas como los hombres, no como Dios». Satanás procura sacarnos de nuestro camino, de nuestra entrega, de nuestra coherencia… para perdernos.

Mejor dejarnos seducir por la Palabra de Dios, por su proyecto. Es «mucho» lo que saldremos ganando. Aunque duela. Y siempre volviendo al «amor primero».


Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
ciudadredonda.org

San Juan Bautista

Oración a San Juan Bautista

¡Gloria a ti, san Juan Bautista, mártir invencible!, ángel de pureza antes de tu nacimiento y el Profeta más grande nacido de mujer;

amigo especial y favorito de Cristo y predicador de la Verdad
precursor glorioso del Sol de Justicia, voz del Verbo Eterno,

por tus virtudes y por los privilegios con que Dios te enriqueció
danos fuerza y valor para vencer todo temor y enemigo
y danos sabiduría para alcanzar nuestras objetivos.

Oh, Glorioso San Juan Bautista,
que durante toda tu vida con humildad y fidelidad

cumpliste la voluntad del Padre Celestial,
y como verdadero Precursor del Mesías
poco a poco, con la sencillez del deber cumplido,

fuiste desapareciendo para que Cristo Salvador
inaugurara el Reino de Dios entre los hombres:

ayúdanos a salir de problemas y adversas situaciones,
aleja todo peligro y enemigo de nuestro lado,

quita toda maldad, tropiezo y oscuridad en nuestra vida
para que nuestros caminos se encuentren despejados
y estén abiertos al amor, el trabajo y la salud

que tanto ansiamos y necesitamos,
haz que la suerte, la prosperidad y la fortuna nos favorezcan

y la paz, la armonía y la felicidad
nos acompañen en todo momento.

Protégenos, alivia nuestras cargas
y ayúdanos a conseguir la tranquilidad,

la ventura y el bienestar en nuestro hogar,
en especial alcánzanos del Señor:

(pedir ahora lo que se quiere conseguir).

Bendito san Juan el Bautista,
purifícanos y convierte en gozo nuestras penas y desdichas,
pide para nosotros al Señor misericordia y perdón,

y que guie nuestros pasos por el camino de la paz,
para que un día podamos cantar contigo

en las Mansiones Celestiales
las glorias y alabanzas de nuestro Creador.

Por nuestro señor Jesucristo.

Amén.

Maria y la Euaristia

Oración del Papa por el Coronavirus

“Oh María, Tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.

Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación del pueblo romano, sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros que proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección. Amén.

Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios.

No desprecies nuestras súplicas que estamos en la prueba y libéranos de todo pecado, o Virgen gloriosa y bendita”.

Adoración Nocturna

Adoración nocturna todos los viernes de 9PM a 8AM.

Lugar: Capilla de Guadalupe

Todos son bienvenidos (pueden enviar un texto a Rafael, con las horas que deseen participar 831-210-2364.)

Night Adoration will begin June 14th, every Friday 9PM to 8AM in the Guadalupe chapel, everyone is welcomed, (please send a text to Rafael with times you’ll be participating 831-210-2364).

Entre Tus Manos

Entre tus manos,
esta mi vida señor,
entre tus manos,
pongo mi existir.

Hay que morir para vivir;
entre tus manos,
confió mi ser.

Si el grano,
de trigo no muere,
si no muere solo quedara.

Pero si muere en abundancia dará,
un fruto eterno que no morirá.

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